Al terminar de decir esas palabras, Ye Lin tomó un pañuelo y limpió las lágrimas que rodaban por las mejillas de Le Jia.
—Justo antes de entrar, te escuché decir que recuperaste la memoria, Le Jia; espero que ahora no hayas decidido abandonar a Gao Hai. —Le Jia sonrió y, miró a su esposo, misteriosamente.
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