Le Jia estaba rodeada de gente, pero no podía escuchar lo que decían; en realidad, lo único que pudo distinguir de entre esa muchedumbre, fue a su padre tambaleándose al alejarse del grupo, en dirección de la carretera. Casi de inmediato, un auto negro lo embistió y el golpe lo catapultó varios metros de distancia del objeto que lo arrolló. Ante la horrible escena, Le Jia se apresuró entre la multitud y, al agacharse junto al cuerpo ensangrentado de su padre, escuchó a alguien decir:
—¡¿Qué no ves que está muerto?!
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