Capítulo 70 La felación
El cuerpo de Heros era más que piel, hueso y músculo; era un desafío que se extendía frente a ella. Él era una red de secretos desplegados para su goce y perversión. Sus manos recorrían cada curva y borde con una mezcla de adoración oscura y posesión despiadada. Allí, en la penumbra del gran salón vacío, con los ecos de la teatralidad que había creado, Hestia lo contemplaba como quien se detiene frente a una obra de arte destinada a ser destruida en el mismo momento de su apreciación. Pero este ritual no era solo una devoción silenciosa, era su manera de marcarlo, de inscribir en su cuerpo las pruebas de su dominio, como si su piel fuera un pergamino sobre el que escribir su poder y sus deseos más oscuros.
Heros ante cada mordisco de Hestia era una chispa que encendía el deseo en su interior. Él sentía la presión de sus dientes en su cuello, su pecho, y su abdomen, como estallidos de un fuego controlado solo por el anhelo que sentía por ella, un fuego que se extendía lentamente hasta cada rincón de su ser. Su piel vibraba bajo el contacto de sus labios y lengua, mientras él sentía cómo sus defensas se desmoronaban, una tras otra, entregado a cada caricia calculada. Era como si cada uno lo despojara de una capa de su ser, dejando al descubierto su esencia más primitiva y vulnerable. Cada marca que ella dejaba en él lo hacía sentir más suyo, más cerca de convertirse en aquello que ella deseaba: un cuerpo dispuesto, una mente entregada.
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