Capítulo 68 La correa
Hestia ordenó a sus demonios que lo liberaran. Sus ojos brillaban con una satisfacción oscura mientras uno de sus demonios le entregaba una correa de cuero negra. Ella la sostuvo en la mano con un aire de dominio absoluto y luego, en un movimiento deliberado y preciso, se la colocó alrededor del cuello de Heros. Sintió cómo su respiración se aceleraba un poco, la piel enrojecida y caliente en torno a la correa ajustada que él aceptaba sin una palabra. Sus ojos azules se mantenían fijos en los de Hestia, desafiantes y sumisos al mismo tiempo. Sabía que simbolizaba más que una simple marca de control; era una entrega completa a ella, a su poder ya la fantasía que ambos compartían.
Tiró de la correa y lo hizo arrodillarse ante ella, sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción al ver la expresión en su rostro, mezcla de obediencia y sumisión. Con un leve gesto de su mano, indicó que él debía ponerse a cuatro patas. Heros obedeció sin dudar, sus músculos tensos y firmes bajo la armadura que aún llevaba, y se arrastró a sus pies como la fiel mascota de Hestia, dispuesta a cumplir cada capricho de su reina. La suave fricción del suelo contra sus palmas y rodillas hacía que sintiera cada paso como una sumisión completa, un tributo a su diosa. Era consciente de cada par de ojos en la sala que los observaban, pero esos rostros eran una mera sombra en el fondo; toda su atención estaba en ella.
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