Capítulo 41 Capturar a la diosa
Heros avanzaba a paso lento, detallando el rostro de las distintas mujeres, que lo agobiaban. ¿Cómo era que había tantas? Además, había notado otro asunto, y era que, evitaban verlo a los ojos por mucho tiempo y no atendían, al hacerles alguna pregunta. No tenían permitido hablarle, porque sin duda aluna, la voz también era relevante para hacer descarte en su elección. Estaba rodeado de numerosas réplicas que no le prestaban atención, ni le respondía si les hablaba. Percibió un frío en su pecho. Ahora sí estaba emocionado por jugar, porque la partida, que parecía ser sencilla, se había transformado en un gran desafío. ¿En qué parte podría estar Hestia? En un sitio alejado donde pudiera ver todo el panorama a gusto, eso sería muy obvio. Los segundos avanzaban en su reloj y se convertían en minutos. Estaba emocionado, porque estaba acorralado ante la multitud de damas de aspecto idéntico. Sin embargo, ansiaba obtener la victoria y conseguir el premio mayor. Su espíritu de competencia se había avivado como el de un deportista olímpico o el de un guerrero antiguo. Su pasividad y su tranquilidad iba desapareciendo, para dar paso a su lado dominante y sagaz. No pistas, ni ayuda, pero sabía que, ella debía estar viéndolo, porque compartían un mismo sentir, y era el deseo de tener al otro. Sabía que, la auténtica Hestia, jamás apartaría su mirada de él, y menos agachar la cabeza, ya que ese orgullo y esa arrogancia, no le permitirían desviar la vista de su amante, ni siquiera para evitar ser descubierta. Entonces, esa resultaba ser el único medio para llegar a ella. Caminaba con confianza y firmeza. Aquella inseguridad se iba aplacando en su alma. Entonces, distinguió a una mujer que tenía una copa en la mano, y no le desviaba la mirada, como hacían las otras. Se acercó sin pensarlo dos veces, como si su cuerpo estuviera siendo atraído por un imán. Sin embargo, debía comprobar que en realidad fuera Hestia, ya que tenía solo una oportunidad, y conociendo la astucia de Hestia, bien pudo escoger a algunas, para que no lo ignoraran; eso era parte del juego. Intentó hablarle, pero observó, como lo tembló una de las manos. No, no era Hestia, por lo que su deducción había sido correcta. Pero, no estaba lejos de su destino, porque detrás de la réplica, había una que también lo observaba con fijeza. Pasó al lado de la dama, para colocarse frente a la que podría ser su diosa. Vio los ojos azules con más claridad. Sabía que era ella, pero seguiría con el juego, porque era divertido aparentar que no la reconocía.
—Buenas noches —dijo Heros, con serenidad—. ¿Puedo compartir un trago junto a usted? —preguntó con sus facciones rígidas. Pero, no tuvo respuesta alguna. Por supuesto, no podía contestarle, porque reconocería el tono de la voz. Sin embargo, no se había inmutado ni un poco por hablarle, ni tampoco había agachado la cabeza; eso era buena señal—. Tomaré eso como un sí.
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