Cuando Graciela se estabilizó y se levantó, miró a su lado. Un hombre estaba de pie en silencio, usaba un traje negro y tenía su mano en su bolsillo. Todo su cuerpo exudaba un aura fría.
La aparición del hombre era como un sedante que contribuyó mucho a tranquilizar el agitado corazón de Graciela.
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