Capítulo 15 ¿Qué le está haciendo a mi cita?
Incluso después de escuchar los maliciosos comentarios de la gente a su alrededor, Graciela solo apretó sus rosados labios y tomó un vaso de champagne del pedestal de la mesa redonda.
Sabía que Cornelio era la causa de su tormento del hotel. En vista de la velocidad con la que las noticias se esparcían en línea, asumió que Cornelio también había ayudado a enardecer los ánimos de los demás.
Quizás todos en Ciudad Jazmín habían escuchado de su glorioso accidente. No obstante, sin importar lo mucho que lo explicara, nadie creería en sus palabras si solo ella las decía. Sería mejor si fingía que no los escuchaba.
Graciela le dio dos sorbos a su bebida. Sus ojos escudriñaban la sede. Se dio cuenta de que era un gran banquete. Casi todas las personas influyentes en el mundo de los negocios estaban ahí. Estaba agradecida de que el hombre la necesitara. Eso quería decir que ella era útil, lo cual le daría oportunidades para negociar con él.
No obstante, no estaba segura de la ayuda que necesitaba Armando.
Graciela se puso de pie en una esquina cuando entró al salón. Tenía la intención de permanecer desapercibida. A pesar de eso, muchos de los hombres le lanzaron miradas cínicas. Incluso alguien le dijo que le pagaría para que fuera su amante.
Esto causó que las mujeres a su alrededor la miraran y se sintieran aún más asqueadas. Había una mujer que no pudo soportarlo por más tiempo. Tomó una copa de vino tinto y se la arrojó a Graciela en el rostro:
—¡Eres tan asquerosa! ¡Lárgate de aquí!
Graciela cerró sus ojos ya que le había caído vino dentro de ellos.
Desde que era joven, a Graciela siempre la habían mimado y la habían alabado al ser la preciada hija de la familia Rangel. Era la primera vez que alguien le lanzaba vino tinto en un banquete. Ahora ya no tenía familia. Ya no era la muy respetada Señora Rangel y no tenía a nadie para protegerla.
Graciela solo la miró. Ya que no quería crear un conflicto con la mujer, se giró para tomar algunas servilletas de la mesa y justo en ese momento, vio que Cornelio llevaba de la mano a Érica mientras caminaban en su dirección.
Cornelio tenía una postura recta y usaba un traje negro. Tenía una agradable sonrisa en su rostro y parecía alguien agradable.
—¡Señora Jiménez! —Érica había ido a muchos banquetes, por ende, podía reconocer con facilidad a la Señora Jiménez. Al ir a saludarla, le dio un cumplido—: ¡Su collar de perlas le queda maravilloso! —Al ver que la mujer ante ella estaba de mal humor, le preguntó—:
¿Qué sucede, Señora Jiménez?
—¡Conocí a alguien que es un ave de mal agüero! —La Señora miró a Graciela, a quien le acaban de arrojar vino—: Es una absoluta vergüenza para la familia Rangel. ¡Ni siquiera sé cómo entró al banquete!
Érica siguió su mirada y vio que la mujer tenía todo el cabello mojado. ¡La mujer era Graciela!
Cuando Érica recordó la forma en la que Graciela la había abofeteado en el centro comercial, pudo sentir el dolor en sus mejillas. Le lanzó una mirada llena de amargura de reojo. Poco después, Érica notó que el vestido que Graciela estaba usando parecía ser extraordinario. Envidiosa, caminó frente a Graciela y la miró de la cabeza a los pies.
—Si no me equivoco, ese vestido es de edición limitada del espectáculo de moda de Haymes. Ni siquiera las celebridades pudieron comprarlo. Graciela, ¿cómo lo obtuviste?
Tras hace una pausa por un momento, incrementó el volumen de su voz a propósito y dijo:
—A pesar de que tu novio, el conductor, conduce un auto de lujo para alguien, no puede costearse este vestido, ¿cierto?
Cuando escucharon las palabras de Érica, las mujeres a su alrededor miraron a Graciela con desdén.
La Señora Jiménez se mofó:
—¡Lo más probable es que lo haya obtenido engañándolo con otro hombre! Parece que se esforzó mucho para entrar a este banquete.
—¿Y dice pertenecer a la familia Rangel? ¡Es una desgracia para su padre!
—Cielos, siento tanta lástima por el Señor Soto. Pensé que su esposa era buena. ¿Quién esperaría que su esposa fuera esta clase de persona?
Graciela ignoró el chisme. Se limpió el rostro y las manchas de su vestido con una servilleta. Cuando estaba a punto de irse, una alta figura bloqueó su camino.
Cornelio le preguntó sin emoción alguna:
—Este es un banquete exclusivo. ¿Cómo entraste?
—Eso no te incumbe. —Su tono era frío.
Cornelio notó su patético aspecto. Con la mitad de su cabello mojado cayendo sobre sus delgados hombros, parecía débil. Ya no era tan brillante ni glamorosa como antes. Se sintió deleitado, pero al mismo tiempo, su corazón sintió una punzada de emociones.
Graciela sintió que su muñeca estaba a punto de romperse y dijo con resentimiento.
—Cornelio, esto es un banquete. Ya no hay nada entre nosotros. ¿Vas a lastimarme?
—No quiero que nadie que no esté invitado se escabulla. —Cornelio entonces le giró a un mesero.
Él estaba a punto de pedirle a Graciela que se fuera.
A su lado, Érica no pudo evitar mascullar:
—Corne.
Al notar la agraviada mirada en su rostro, Cornelio comprendió lo que pensaba. Sostuvo con fuerza la muñeca de Graciela y dijo:
—Eri me dijo que te vio en el centro comercial esta mañana, ¡y que la golpeaste! ¡Deberías de disculparte la cantidad de veces que la golpeaste! ¡Si no lo haces, le diré que te regrese las bofetadas!
Graciela podía sentir que los ojos de los entrometidos se posaban en ella. Su cuerpo tembló mientras la luz resplandecía en su pálido rostro.
Hacía un año, se había casado con Cornelio en el mismo salón. Ahora, un año después, el mismo hombre y su amante la estaban humillando en el mismo lugar ante todos.
—Ella insultó a mis padres primero. ¿Por qué tengo que disculparme? —Graciela se mordió su lengua y permaneció calmada. Después de un rato, se rio con frialdad—. Una p*rra y un hijo de p*rra. Ambos son, en efecto, tal para cual.
Los ojos de Cornelio se ensombrecieron. Le dio una bofetada en el rostro.
Graciela no logró levantar sus manos a tiempo para bloquearlo. Retrocedió algunos pasaos, después de la bofetada estuvo a punto de caer, cuando de repente, una mano se estiró y la sujetó de la cintura.
—Señor Soto, ¿qué le hace a mi cita? —La monótona voz del hombre sonó encima de su cabeza.