Capítulo 14 Tu novia es problemática
—Encontrar un lugar para estacionarme me tardó mucho tiempo —le explicó el hombre. El hombre era nada menos que Esteban—. Señora Rangel, ¿le gusta alguna de la ropa que está aquí? Si no, visitaremos otra tienda.
En el suelo, Érica soportó su dolor y aulló:
—¡Que su aspecto no te engañe! ¡Tu novia es problemática! ¡Está mancillada!
Esteban ni siquiera la miró, solo veía a Graciela.
—Vamos, Señora Rangel.
Poco después salieron de la boutique.
Cuando Érica vio que ambos se iban con tanta facilidad, se enojó tanto que quiso gritar. Poco después sacó su teléfono y llamó a la policía. Sin embargo, el jefe de la estación no se encontraba y las cámaras de vigilancia de la boutique no estaban operando. Eso quería decir que en realidad no había registros del incidente y la policía no podía hacerle nada a Graciela sin pruebas.
«¿Solo la dejarán ir así?».
Mientras más lo pensaba, más se enojaba y al final dejó a sus amigos para ir a la Corporación Espectro.
Cornelio estaba repasando algunos documentos cuando escuchó que tocaron a la puerta. Cuando alzó su cabeza vio a Érica.
—¿Por qué estás aquí?
—Corne —se quejó ella. Se le acercó y se sentó en su regazo—. Acabo de ver a Graciela en el centro comercial. Le hablé, pero me hizo esto.
Érica se quitó su cubrebocas y reveló su rostro hinchado. A pesar de que había intentado ponerle una compresa de hielo, seguía inflamado y lucía horrible.
—¿Ella lo hizo? —Cornelio frunció el ceño.
—¿Recuerdas que te dije que alguien pagó la fianza de Graciela en la estación de policía? Me enteré de que ese hombre es el conductor de alguien. Tiene alrededor de treinta años… ¿No crees que recurra a tales métodos incluso si su familia está muerta? —asintió ella—. Le di dinero porque es mi amiga.
»Quería disuadirla de hacer esa clase de cosas para que no traicionara las expectativas que sus padres ahora fallecidos tenían de ella. Pero no solo no aceptó mi dinero, ¡sino que incluso me golpeó y me gritó!
Un dejo de frialdad pasó por los ojos de Cornelio cuando escuchaba su relato.
A pesar de que no dijo nada, era implícito el hecho de que aprobaba que Érica hubiera visitado a la abuela de Graciela y le dijo algo para agravar su enfermedad hasta que murió. Además, también había accedido a que enviara personas a su celda para atormentarla en la estación de policía.
La familia Rangel le debía demasiado, tanto que no podían pagarle ni siquiera después de morir. Tampoco quería que Graciela tuviera una vida cómoda.
No obstante, cuando Érica le contó qué tan bajo había caído, tanto como para someterse ante un viejo solo porque quería que le pagaran la fianza, Cornelio sintió que se alteraba un poco. En ese momento, Érica sintió que la mano que sujetaba su mano apretaba con más fuerza. No pudo evitar decirle:
—Corne, me estás lastimando.
—Ponte unos cuantos paquetes de hielo en el rostro para reducir la hinchazón —dijo él con frialdad mientras la soltaba—. Hay un banquete exclusivo a las ocho. Irás conmigo. Las personas que asistirán son personas influyentes en el mundo de los negocios, entonces, no me avergüences.
—De acuerdo. —Ella dejó de quejarse cuando vio que el hombre no estaba de buen humor.
A las siete de la noche, un Maybach se detuvo frente al Hotel Amorosos. Este era el único hotel de cinco estrellas en Ciudad Jazmín. Era la sede de los banquetes en los que se recibían a invitados internacionales, de fiestas y hasta de bodas.
Antes de que el auto llegara siquiera, Graciela pudo reconocer el hotel en el que Cornelio y ella tuvieron su banquete de bodas. Cuando las imágenes de su pasado surgieron, sintió que su pecho se contraía. Era sofocante. Poco después, reprimió sus ardientes emociones apretó sus labios y le preguntó:
—¿Aquí es donde el Señor Falcón dijo que se haría el banquete?
Esteban había recibido una llamada de su jefe cuando estaban a punto de regresar a casa después de comprar la ropa. Armando ordenó que le notificara a Graciela que quería ir con ella al banquete esa noche.
Por ende, Esteban la había acompañado a recoger su vestido formal y a peinarse antes de llevarla.
—Sí, es en el salón de bailes número 3. —Esteban le entregó la tarjeta de invitado a Graciela—. El Señor Falcón está ocupado en este momento con su trabajo en la oficina y tengo que recogerlo. Entonces, por favor adelántese al salón de baile.
«¡Qué coincidencia, el salón de bailes número 3!».
Con una amarga sonrisa, Graciela tomó la tarjeta de invitación.
—De acuerdo, conduzca con cuidado.
Descendió del auto y entró al hotel. Cuando llegó a la entrada del salón, no pudo evitar recordar el pasado. Pasaron por su mente las imágenes de su banquete de bodas. Entre la multitud que los vitoreaba, recordó como la jubilosa sonrisa en su rostro cuando besó a Cornelio.
Cuando un mesero notó el pálido rostro de Graciela y su lento andar, no pudo evitar preguntarle:
—Señora, ¿está bien?
—Estoy bien. —Graciela sacudió su cabeza.
Mientras recordaba a sus difuntos padres y a su abuela, así como la fría mirada de Cornelio, apretó sus labios con fuerza y entró dando largas zancadas en el cuarto. El júbilo de su tiempo con Cornelio había sido reemplazado por odio.
Las personas estaban bebiendo en el salón y la atmósfera era bastante animada y alegre.
Durante ese periodo, Graciela había adelgazado. Pero al haber nacido en una familia dinerada, sabía cómo comportarse de forma elegante, se robó la atención de casi la mitad de las personas en el lugar con su ajustado vestido.
La luz del salón brillaba con fuerza sobre sus hombros y bañaba sus largas pestañas, estas creaban la impresión de que era una frágil flor. Al estar ahí en silencio, su belleza la hacía brillar. Todos los hombres en el salón la miraron aturdidos. No podían evitar susurrar:
—Es tan hermosa…
—¿Qué hay de bueno en que sea hermosa? —exclamó una mujer con sarcasmo—. ¡Debería haberse conformado con estar casada y no engañar a su esposo!
—¡Cierto! Te hace preguntar cómo es que una mujer como ella pertenece a la familia Rangel.