Capítulo 3 Cree que estoy deshonrada
Sin dudarlo, Cornelio la arrastró dentro del ayuntamiento y la empujó para sentarla en una silla.
—Estamos aquí para divorciarnos —le dijo con frialdad.
—¡No! —Graciela regresó a la realidad. Jaló el brazo de Cornelio y le rogó—: Cariño. No me quiero divorciar. Por favor no me hagas esto. Crecimos como enamorados desde niños y sabes lo mucho que te amo. ¡Eres el único con quien puedo contar!
—No quiero una mujer mancillada —replicó él sin misericordia alguna.
La mente de Graciela se quedó en blanco mientras su cuerpo se hundía en su silla. Además, la fuerza con la que sujetaba su brazo menguó.
«¿Piensa que estoy deshonrada?».
En ese momento, una incitante mujer con largo cabello ondulado se apresuró a entrar al ayuntamiento.
—Señor Soto, ya tengo los documentos que necesita —dijo jadeando de forma notable.
La esperanza surgió en el corazón de Graciela cuando vio quién era la nueva.
—Eri, por favor ayúdame a convencer a Cornelio de que no se divorcie de mí. Antes peleábamos y tú lo convencías de cambiar de opinión.
Érica Heredia y Cornelio fueron a la misma universidad y los tres eran buenos amigos. Siempre que Graciela tenía una pelea con Cornelio, Érica la ayudaba diciéndole a Cornelio que se tranquilizara. Él entonces le decía cosas dulces para convencerla de perdonarlo. Por ende, asumió que Érica haría lo mismo en esta ocasión.
Cuando escuchó su súplica, Érica pareció entrar en un conflicto:
—Graciela, puede que seamos buenas amigas, pero lo que hiciste en el hotel… Estuvo mal y no puedo ayudarte.
Mientras hablaban, Cornelio abrió el archivo.
—¡Firma!
Graciela lo miró como si algo se le hubiera ocurrido. Antes de casarse, Cornelio había escrito un acuerdo prenupcial que declaraba que quien engañara al otro se quedaría sin nada.
—¡No lo firmaré! ¡De ninguna manera! —Graciela sacudió su cabeza con desesperación—. Cariño. Haré cualquier cosa. Solo no te divorcies de mí, por favor…
Cornelio estaba inmutable a pesar de sus plegarias. Hasta la obligó a sujetar la pluma y firmar. Tras hacer eso, se giró hacia el personal y repitió:
—Estamos aquí para divorciarnos. ¡Por favor encárguense de los procedimientos!
Poco menos de dos minutos después, le arrojaron a Graciela un certificado de divorcio.
—¡Cornelio! —Ella miró la espalda de Cornelio mientras se iba. Se ahogó por las lágrimas y se apresuró a perseguirlo, pero vio que se subía al auto con Érica.
«¿Estoy imaginando cosas? ¿Por qué Érica besó a Cornelio?».
Se quedó de pie en ese mismo lugar y miró descorazonada que el auto se iba. De repente, el teléfono sonó por una llamada del hospital.
—Señora Rangel, su abuela está en condición crítica. ¡Por favor venga al hospital de inmediato!
—¿Qué? —Ella se quedó sin aliento.
Se limpió las lágrimas con premura y detuvo un taxi para dirigirse al hospital. Sus padres murieron en un accidente el año pasado y su abuela, Gloria, había estado hospitalizada por un largo rato debido a su enfermedad, tuberculosis. Era Cornelio quien permaneció a su lado y la alentó. Él era la razón por la que podía superar tiempos difíciles.
No obstante, ahora las cosas eran diferentes. Graciela se apresuró a ir a la habitación de Gloria y se dio cuenta de que su condición se había deteriorado. Parecía que estaba cerca de dar su último aliento.
Tras entrar a la habitación, Graciela estaba a punto de hablar cuando Gloria se sentó y le dio una fuerte bofetada.
—¿No te dije que Cornelio solo es el hijo adoptivo de la familia Rangel? Te recalqué que no te enamoraras de él, pero te rehusaste a escucharme. Mira ¡ahora destruiste todo el esfuerzo que tu padre hizo en su vida!
La herida en la mejilla de Graciela apenas había formado una costra, pero la bofetada de Gloria causó que se abriera de nuevo. La sangre brotó de esta y su aspecto era un desastre.
—Abuela, la Corporación Espectro aún es mía —le aseguró ella.
Incluso si no obtenía nada del divorcio, sus acciones en la corporación no se verían afectadas. Seguía siendo la mayor accionista de la corporación.
En un arrebato de ira, Gloria le arrojó el periódico.
—¡Velo por tu cuenta!
Graciela recogió el periódico y lo abrió. El encabezado publicado a la siete de la mañana declaraba que Soto tenía el sesenta y tres por ciento de las acciones de la corporación y por ende tenía el control completo de la compañía.
Sus ojos se abrieron por la incredulidad mientras absorbía las noticias.
—¿Por qué tiene tantas acciones…?
Se dio cuenta, asombrada, de que Cornelio le había pedido sus acciones apenas hacía un mes con la excusa de que quería reorganizar la compañía. Habían estado casados y sus posesiones eran propiedad del matrimonio, por lo que le transfirió sus acciones sin sospechar nada. ¡Ni siquiera en sus sueños más salvajes se imaginaba que Cornelio abusaba de su confianza para quitarle la corporación!
—¿Por qué tengo una nieta tan estúpida como tú? ¡Te tenía en sus garras y te engañó con mucha facilidad! —la reprendió Gloria en voz alta.
De repente, el rostro de Gloria se retorció por la agonía. Sostuvo su pecho antes de colapsar en la cama.