Capítulo 7 Destruirla y a la familia Rangel
Poco después, Érica salió de la casa.
—Cariño, ¿por qué estás aquí tan temprano esta mañana? No has desayunado.
—¡Mami! —El pequeño tiró el juguete de inmediato y se arrojó a los brazos de Érica. Ella lo levantó—. Ayer, papi dijo que me leería una historia, pero se fue justo después de cenar.
—Cuando llegue a la oficina más tarde, le pediré a tu padre que te haga una videollamada y se disculpe contigo. ¿De acuerdo?
—¡Muy bien!
Graciela se tambaleó hacia Érica, tenía el rostro pálido.
—¡Tú! Los dos…
El pequeño parecía tener al menos tres años. Érica se giró con el pequeño en sus brazos. Cuando vio a Graciela, un ápice de pánico pasó por su rostro.
—Graciela, ¿q… Qué te trae por acá?
Así, se apresuró a entrar en la casa con el niño en brazos. Graciela los alcanzó con facilidad y la sujetó del cabello. Entonces le dio una bofetada en su rostro.
—Érica, ¿por qué me estás haciendo esto? Vienes de un pueblo. Yo te apoyé financieramente para que completaras tus estudios universitarios. Hasta dejé que entraras a la compañía y te compré una casa, pero hiciste que perdiera todo.
Graciela pensó que Cornelio y Érica no habían estado juntos por mucho tiempo. Para su desgracia, tenían un niño de esa edad. En ese momento, se dio cuenta de lo estúpida que era.
Solo entonces Graciela se dio cuenta de que sus dos personas favoritas la habían traicionado desde hacía tiempo. Se sentía como si ambos la hubieran apuñalado en el corazón y lo hubieran destrozado. Los ojos de Graciela se pusieron rojos mientras continuaba golpeando a Érica. Ni siquiera las sirvientas pudieron separarlas.
De repente, una mano se movió entre ellas, sujetando el cabello de Graciela, jalándola para alejarla. Alguien la arrojo a un lado y cayó al suelo. Le dolió tanto que perdió el aliento. Graciela miró hacia arriba solo para ver que Cornelio estaba de pie ante ella con una expresión solemne.
—Graciela, ¿qué demonios estás haciendo aquí?
—¿Por qué? —Se levantó y miró al hombre con el que había estado enamorada por más de diez años—. Tus padres fallecieron y fue mi padre quien te aceptó en la familia Rangel y te cuidó. Mi papá te dio todo. ¿Por qué lo mataste?
El rostro de Cornelio se ensombreció. Le pidió a Érica que se encargara del asunto. Se suponía que nadie más sabía nada al respecto. Cornelio se preguntó cómo se habría enterado Graciela.
Se acercó a Cornelio y lo miró. En otro arrebato de ira le espetó:
—¿Por qué hiciste un complot para lastimarte y me enviaste a dormir con otro hombre?
—¡Porque quiero destruirte y a la familia Rangel! —La mirada de Cornelio se puso en extremo fría—. La Corporación Espectro no le pertenece a tu padre. Hace treinta años, tu padre y el mío fundaron juntos la corporación. Mi padre era el mayor accionista, mientras que el tuyo no tenía opinión alguna en la compañía. Tu padre no estaba feliz por eso. Justo después de que fundaran la compañía, alguien mató a toda mi familia. Por fortuna me quedé esa noche en la casa de un compañero y por eso escapé de que me asesinaran.
—¡Estás mintiendo! ¡Mentiroso! —Graciela sacudió su cabeza, rehusándose a creer esa «verdad». Continuó:
—Papá siempre te vio como su propio hijo. Te dio todo y hasta dejó que nos casáramos.
—Eso era porque se sentía culpable. No me aceptó por ser bondadoso. —Se inclinó para mirar bien a Graciela. Una cruel mirada pasó por sus ojos, los cuales brillaban por el odio—. Quería ser mi tutor para obtener las acciones que mi papá tenía de la Corporación Espectro. No supe todo esto hasta que conocía un hombre deforme, quien decía haber escapado del fuego.
El hombre le había dicho la verdad. No era ninguna sorpresa que su padre fuera tan agradable con Cornelio. Resultaba que era porque era culpable. Al mirar el obstinado pero pálido rostro de Graciela, Cornelio de repente se sintió molesto. Entonces la agarró del cabello, abrió la puerta y la arrojó afuera.
—Graciela, esta es la última vez. —Se pasó por un momento para seguirle advirtiendo—. No te perdonaré la siguiente vez que te vea.
Graciela se sintió devastada al ver que la puerta se cerraba. Había pensado que él era un ángel que le había enviado el cielo. Sin embargo, el hombre del que había estado enamorado por más de una década resultó ser un diablo vengativo. No solo destruyó a la familia Rangel, sino que también a ella.
Graciela caminaba por la calle en un estado de trance. Cuando dio un paso al frente para cruzar el camino, un auto con las luces encendidas aceleró de repente en su dirección como si tuviera la intención de atropellarla. Las luces eran tan brillantes que cerró sus ojos. De repente, ella se sintió aturdida y permaneció inmóvil. Ya que había perdido todo, pensó que sería una manera excelente de morir.