Capítulo 325 Debo encontrarla
Todo el Mercedes-Benz negro estaba enterrado en el barro, del que sólo quedaba al descubierto una parte de la cola. Como la lluvia hacía que el barro fluyera sin cesar, el coche estaba cubierto por tanto barro que no había ninguna abertura. Quienquiera que estuviera dentro ya habría muerto asfixiado.
Con una expresión sombría en el rostro, Armando se acercó dando tumbos. Tomó una pala y empezó a desenterrar el barro del lateral del coche. Cuando por fin abrieron camino hasta la ventanilla del asiento trasero, Armando se arrodilló y empezó a recoger los escombros con la mano mientras contenía la respiración.
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