Capítulo 22 Venganza
El enojo me impide mantenerme tranquila y por ello, busco refugio en mi escondite seguro, si para Luke su callejón era un boulevard de sueños rotos, era su refugio, para mí, la casa abandonada, era mi fortaleza de dolor. Sin bicicleta que usar, fui al trasporte público y me embarqué en la ruta que me llevaba a mi destino.
Desde donde me deja el trasporte, debo caminar una hora hacia el barrio maldito. En Steel, hay un pequeño barrio de quince casas que fueron abandonadas porque en el pasado, había sido lugar de torturas que según los dueños que vivieron en el sector remodelado, aún podían escuchar los gritos y el llanto de las víctimas.
Por ello, nadie más vivió en esta parte de la ciudad y yo, la uso como mi refugio. La penúltima casa de la fila izquierda, es mi fortaleza del dolor y yo, uso el ático para llorar, leer y maldecir a todo el que me ha hecho daño. Conociendo la ruta, entro a la casa desde la entrada lateral y subo al ático donde puedo ver parte de la ciudad.
Encontrándome sola, lloro hasta más no poder mientras maldigo a Katherine y la universidad que hace a los victimarios, invisibles. Mi mejilla arde y siento que no puedo quedarme sin darle su lección. Aunque muchos piensen que me dieron la lección que merecía y que no puedo meterme con ella, ideo la forma de darle un golpe tan fuerte como el que me dio.
Varias opciones pasan por mi mente mientras mi teléfono suena con insistencia, ignoro el mismo al ser un número privado y continúo pensando en mi golpe de regreso. Golpearla seria rebajarme a su nivel y ella me ganaría por experiencia. Por lo que, debo idear mi respuesta.
Ella es porrista, hacerla engordar, sería buena idea, dejarla sin cabello también lo es, pero, hacer todo el me volvería como ella y lo que menos deseo es perder mi esencia por alguien que no siquiera merece que la mire. Con tantas opciones y sin querer dañar la tanto, la idea de venganza aparece ante mis ojos cuando publican en el foro de la universidad, el video humillándome.
Rápidamente, enciendo mi computador y descargo el video para después, salir de la casa abandonada y dirigirme a una tienda en la que puedan ayudarme. Con mi computador en mi bolso, corro hacia la tienda tecnológica en busca de ayuda.
— Buenas, necesito que alguien me ayude a hackear un sistema de seguridad. — digo inmediatamente asombrando al chico tras el mostrador.
— Vaya, muchas chicas piden hackear el teléfono de sus novios, pero nunca un sistema de seguridad, ¿es el de tu casa?
— No, el de mi universidad.
— Vaya, eso se considera ir con las ligas mayores. — comenta s el chico.
— ¿Puedes hacerlo o no?
— Yo no puedo, pero conozco alguien que cometería ese crimen por un buen dinero, ¿lo tienes?
— Depende de la cantidad. — respondo.
El chico me sonríe y escribe algo en un papel, para entregármelo y sonreír mientras fuma su cigarrillo. Nunca había visto tantos ceros en mi vida. Pagar un millón de dólares por obtener un video, es algo que no imagine en mi vida. Soy consciente que estoy desesperada por hacer justicia, pero no para pagar tanto por algo así.
Con una cifra así, paga mi padre la cuota de la casa y el carro. Así que, no puedo imaginar tener esa cantidad, cuando tendría que pasar años para reuniría con el dinero que mis padres dejan para la comida.
— Entonces, ¿es posible publicar un video a cierta parte sin que mi ID sea rebelado? — pregunto y el chico asiente.
— Eso es más fácil de hacer y yo puedo ayudarte. Solo dime el video y dime donde quieres que lo suba. — pide el chico y yo asiento sacando mi portátil y mostrándose el mismo.
El chico se sorprende al ver todo el video donde yo abrí mi casillero y asiente silbando.
— Vaya que se pasó. Dime, ¿cuál es el paso para seguir?
— Publícalo en el comité de disciplina para animadoras. Súbelo varias veces, que llegue a todos los jurados del comité y que nadie en el gremio se quede sin saber sobre el abuso de ella.
— ¿Qué ganas con eso?
— Su descalificación. Ella está entrenando para uno competencia internacional. Nadie que tenga deudas con la justicia o tenga antecedentes de violencia, puede participar. — explicó.
— Eso es un poco cruel, ¿no creen en las segundas oportunidades?
— Hay profesiones que no lo creen y en el deporte, un mancha en tu historial de disciplina, te cierra muchas puertas. Eso es lo que quiero para ella.
— Vaya, sí que sabes vengarte. — murmura y yo asiento.
El chico hace lo que le pido y después de una hora me muestra los resultados.
— No solo lo publique donde querías, sino, en toda red social que existe y la dirección IP, es de quien subió inicialmente el video. Así que, la culpa caerá sobre él o ella. — dice y yo sonrió satisfecha.
— Lo entiendo, gracias. — digo pagando por sus servicios — Ah, una cosa más.
— No sé quién eres y nunca te he visto en mi vida, mucho menos trabajaría contigo en algo — responde rápidamente.
— Gracias. — digo despidiéndome.
Soy consciente que con lo que hice, voy a ponerla en el ojo del huracán y podría dañar su filtro como atleta, pero ella se metió conmigo, destruyó mi propiedad, dañó mis libros y me golpeó. Ni siquiera mis padres lo han hecho en su vida, para que una extraña lo haga.
Así que, ahora que sufra las consecuencias de sus propios actos. Yo sólo hice lo que la universidad fingió no ver para no perder una atleta. Tocaba hacer justicia y si no me la daban, yo la buscaría. Después de todo, a mí fue la que me dañaron.
Mi teléfono no deja de vibrar ante la insistencia del número desconocido y subiendo al trasporte rumbo a mi casa, desvío su llamada y entro a las redes sociales. El video de mi humillación, se hace viral en poco tiempo y el nombre de la universidad comienza a escucharse al igual que las quejas de la conducta grosera de la porrista.
Suspiro sonriente mientras el dolor en mi mejilla desaparece y bajo de mi trasporte público ignorando la insistencia del número privado. Caminando basta mi casa, pienso en lo difícil que será mi vida a partir de ahora y como acercarme a Serkan, el chico que me gusta, aumentó más la dificultad.
— Ross, por fin te veo. Estaba llamándote sin cesar y no contestabas — dice Serkan caminando hacia mí y yo me detengo al verlo.
El enojo me invade al saber que me ocultó que Katherine era su prometida, pero mi corazón traicionero late con fuerza por verlo y me resulta imposible no llorar al saber que he perdido, lo he perdido y he sido humillada sin siquiera merecerlo.
Porque, aunque me defendió, lo hizo como una persona defendiendo a un perro indefenso que estaba siendo herido. Para él no soy una mujer y mucho menos, alguien que sería motivo para cancelar su compromiso.
Entiende eso, Ross. Si antes era un imposible, ahora lo es más. Déjalo ir. — me digo mentalmente.