Capítulo 859 La única oportunidad
Tenía miedo de que cuando empujara la puerta para abrirla, viera su pálido rostro, al que se le había quitado todo el color. Su corazón resentiría de forma terrible al ver su rostro cenizo. Desparramado sobre el volante, un sollozo de dolor se le escapó de los labios mientras lloraba con agonía. Sus hombros temblaban, haciéndole parecer tan indefenso y vulnerable como un niño abandonado. Cuando entró en el hospital, encontró con facilidad la sala de hospitalización de Renata. La enfermera le informó que la enfermedad de la Señora Suárez era bastante grave y única. Por eso, casi todos los médicos y enfermeras la conocían. Sus frías manos agarraron el picaporte de la puerta. Sintiendo que el pecho se le oprimía por la ansiedad, se sintió sofocado por un momento. El olor a Formalina le envolvió la nariz mientras su estómago se revolvía. Sin embargo, se había adormecido tanto que ya no podía sentir el dolor.
Las palabras del médico seguían resonando con claridad y fuerza en sus oídos. Dijo que le habían diagnosticado un sarcoma de arteria pulmonar, una enfermedad muy rara en todo el mundo. Hasta ahora, ninguno de sus pacientes había sobrevivido. En realidad, había otra solución para prolongar su vida, aparte del trasplante de células madre: la quimioterapia. Sin embargo, no cualquiera podía soportar lo dolorosa que era la quimioterapia. Al menos, no había tenido éxito en el tratamiento de otros pacientes con la misma enfermedad. La quimioterapia era un proceso insoportable. La repetición de los tratamientos no hacía más que intensificar su agonía. En el caso de su enfermedad, uno o dos tratamientos de quimioterapia no eran suficientes para curarla. Se necesitarían veinte, treinta o incluso más veces… Con cada tratamiento, el dolor se multiplicaría. Sin embargo, ésta era la única posibilidad para que Renata sobreviviera. La puerta se abrió… Como si una fría ráfaga de viento soplara sobre su pálido rostro, no pudo evitar estremecerse. Una pequeña figura yacía sin fuerzas en la cama del hospital. Era tan delgada, tan débil y familiar… Su imagen le resultaba tan familiar que sintió un dolor desgarrador en el pecho. Las emociones llenaron sus ojos enrojecidos y las lágrimas comenzaron a brotar de ellos. Un sentimiento de desesperación se apoderó de él cuando sus pasos se detuvieron.
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