Capítulo 11 ¿Por qué te importo?
Nydia del Castillo realmente no podía decir si Sofía Reyes se dedicaba demasiado a su trabajo o simplemente era demasiado ignorante sobre la situación de su hermana.
A las nueve de la noche, la cara de Susana estaba tan hinchada que, cuando terminaron de filmar, sus mejillas parecían un globo rojo. Todavía podía sentir la sensación de ardor en su mejilla y no esperaba que su hermana ejerciera tanta fuerza en el último golpe, pero no la culpó, pues sabía que ella solo lo hizo por exigencia de la trama.
Susana se sentía completamente agotada después de todo un día de trabajo. Se recargó débilmente en la puerta mientras introducía la combinación de seguridad para entrar en la casa.
«Ha introducido una contraseña incorrecta. Por favor, inténtelo de nuevo». Susana se quedó boquiabierta ante la voz automatizada y sintió que su corazón dejaba de latir momentáneamente.
Volvió a introducir la contraseña, pero recibió una respuesta similar de la voz automatizada de la puerta de seguridad entonces se quedó paralizada y con la mente en blanco.
«Ese desalmado Leonardo Escobar me niega a entrar a mi propia casa después de un día completo de trabajo, cuando definitivamente ya estoy rendida por el cansancio».
Susana escuchó voces desde el interior de la casa, pero no pudo distinguir el género de la voz que escuchó. De pronto, la lencería negra y sexy pasó por la mente de Susana y sintió que un dolor frío y agudo atravesaba su corazón mientras la angustia la asfixiaba.
—Leonardo Escobar, ¿estás ahí? —Susana llamó a la puerta ligeramente.
Ya no podía reunir más fuerzas que eso, pues estaba sumida en la desesperación.
Las voces dentro de la casa se silenciaron de repente, pero después de unos momentos, una risa de mujer se escuchó desde el interior.
Entonces la voz de Leonardo Escobar llamó desde el otro lado de la puerta:
—Susana Reyes, ¿estás segura de que quieres entrar en la casa? ¿Tienes que verme haciendo el amor con otra mujer solo para que te rindas? —Se burló como un demonio—. ¿Cuánto tiempo piensas humillarte de esta manera? ¿Piensas considerar este lugar como tu casa para siempre? Ahora es mi casa... ¿sabes? —Leonardo Escobar no estaba enojado, la burla llenó su discurso en su lugar.
Sus palabras fueron como ácido que caía en el corazón herido de Susana y ella sintió que el tormento la inundaba. Entonces apretó los puños mientras las lágrimas brotaron de sus ojos y rozaban sus mejillas hinchadas haciéndola jadear con agonía. Susana era rechazada una vez más por su marido de forma cruel mientras compartía la habitación con otra mujer.
—Ahhh... Ahhh… ¡No! —Susana se tapó los oídos y chilló histéricamente mientras salía del edificio. Ya no podía soportar el impacto emocional. Podía escuchar a Leonardo Escobar y la voz de esa mujer sonando dentro de sus oídos constantemente como una maldición.
Se agachó en la calle y se tapó los oídos con ambas manos con fuerza y cayó en su estado de confusión que la hacía parecer a alguien que había perdido la razón...
«Susana Reyes, ¡contrólate! No es digno de tus lágrimas. ¡Deja ir a ese hombre despreciable!»
Susana se repetía las palabras una y otra vez, pero sus lágrimas seguían cayendo a mares. La lluvia empezó a caer del cielo nocturno mientras ella seguía agachada junto a la calle y empapaba su cuerpo helado, pero ella no podía sentir nada.
«Yiii». De repente, el sonido de los neumáticos al detenerse rompió el silencio de la miserable noche.
Un Mercedes de color oscuro se detuvo frente a Susana, en seguida la puerta del auto se abrió y en su interior se descubrió un rostro fascinante: Un par de ojos azules y afilados se fijaron opresivamente en la frágil figura de ella, empapada por el agua de la lluvia.
Susana levantó la cabeza y cuando su mirada se encontró con esa mirada profunda y misteriosa, se quedó atónita:
—Fer... ¿Fernando?
«¿Por qué?... ¿Por qué estás aquí? Creía que residía en Japón».
—Entra en el auto. —Entrecerró los ojos y le dio una orden. Habló con un tono indiferente y Susana miró aturdida ese rostro tan apuesto e hipnotizante, pero volvió a hablar cuando vio que ella no se movía—: Te doy tres segundos para entrar en el auto. Las palabras salieron de sus sensuales labios—. Tres... dos...
Hizo la cuenta atrás con un tono indiferente y sin ningún cuidado se quedó mirando a Susana con su par de ojos afilados.
Susana pensó para sí misma: «Si una persona puede matar a otra con una mirada, probablemente ya estaría muerta»
—Espera, me voy a subir ahora mismo. —Susana respiró profundamente, se levantó y entró en el auto de Fernando Torres.
«De todos modos, no tengo a dónde ir y podría aceptar su oferta de llevarme, tampoco es que pueda elegir. Un hombre poderoso como él no aceptaría ninguna forma de rechazo de todas formas».
—Vámonos... —le ordenó Fernando Torres al conductor. El auto se adentró en la noche mientras el vecindario de Susana desaparecía lentamente tras ella.
—¡Susana Reyes, limpia esas lágrimas baratas de tu cara! —Fernando Torres frunció el ceño sin mirarla.
Susana reprimió sus lágrimas y habló con un toque de ira después de escuchar la orden de Fernando Torres:
—Señor Torres, ¿por qué te preocupas tanto?