Capítulo 5 Enredándose
Una voz profunda, grave y magnífica se escuchó resonando en la habitación. Con un tono de mando, cada palabra que pronunciaba el hombre no era una petición, sino una orden. Acarició con su mano fría la frente de Susana, que estaba cubierta de una fina capa de sudor:
—Eres un hombre tan guapo... —Susana no pudo evitar elogiar a ese hombre—. ¿Es usted uno de los... anfitriones que trabaja aquí?
Un sudor frío comenzó a formarse en la espalda de los hombres vestidos de negro mientras escuchaban la pregunta de Susana. Inesperadamente, escucharon a su maestro responder a ella de forma indiferente:
—Sí… —Los hombres se sorprendieron—. Y me reservaste para esta noche... Todos los subordinados dentro de la habitación guardaron silencio y pensaron para sí mismos: «¡Dios! ¿Quién se atrevió a reservar al joven maestro de la familia Torres, Fernando Torres? ¡¿Quién es capaz de permitirse una noche con este peligroso hombre de valor incalculable?!»—. ¡Soy todo tuyo esta noche! —terminó de hablar el guapo hombre y sus subordinados no podían creer lo que estaban escuchando.
«Esto debe ser un sueño. ¡Un sueño maravilloso!». La mujer, quien estaba en estado de ebriedad compartió este pensamiento similar con los hombres de Fernando.
«Nunca había visto a nuestro Joven Torres, tratar a una mujer con tanta delicadeza. ¿Por qué se ofreció a sí mismo para convertirse en la pareja exclusiva de esta mujer durante la noche? Incluso admitió que es un anfitrión que trabaja en este club nocturno. ¡Esto no es algo que él nunca haría!
Susana Reyes tuvo una noche nebulosa y caótica. En su sueño, su cuerpo estaba enredado con un misterioso hombre en la cama mientras se empapaban de la presencia del otro.
—No, no quiero... —En el último momento, Susana parecía haber recuperado parte de sus sentidos y puso su mano en el sexy y musculoso pecho de aquel hombre para detenerlo. Las lágrimas brotaron de sus ojos—. No podemos hacer esto...
«¡Este hombre no es Leonardo Escobar! No puedo hacer el amor con otro hombre que no sea él. Incluso si este hombre que está encima de mí es cien veces más guapo», pensaba.
—¿Por qué no? —Ese hombre habló con su magnífica y seductora voz junto al oído de Susana Reyes.
—Yo... ¡estoy casada! Soy la esposa de alguien...
«Soy la esposa de un hombre que nunca ha tocado mi cuerpo ni una sola vez y que estaba deseando divorciarse de mí lo antes posible».
Fernando Torres sonrió fríamente:
—¿Y qué? —A ese hombre no le importaba el estado civil de Susana Reyes.
—Lo único que importa es que estás disfrutando de mis caricias... —Aquel hombre pasó sus delgados dedos por su suave y flexible piel. Susana no pudo evitar temblar mientras la sensación de hormigueo se extendía por todo su cuerpo.
Le suplicó en voz baja:
—Por favor... no hagas esto...
—Pequeña pícara, tu cuerpo es mucho más honesto de lo que eres... —Aquel hombre le acarició la piel con sus fríos dedos, luego deslizó su dedo por debajo de su ropa interior de color rosa y le bajó la fina tela hasta las rodillas antes de que ella pudiera resistirse.
—Ahh... —Susana Reyes volvió a sus sentidos cuando sintió el aire frío golpeando sus partes expuestas. —¿Qué...? ¿Qué estás haciendo? No, por favor, no me hagas esto... —Nunca había pensado en tener una aventura, nunca quiso hacer nada que traicionara su matrimonio con Leonardo Escobar—. Ah… —Aquel hombre respondió a su negativa con un repentino movimiento despiadado y descarado introdujo su delgado dedo en sus partes íntimas sin ninguna piedad—. Duele... duele... —Susana frunció el ceño profundamente mientras se le formaban lágrimas en los ojos, su cuerpo se convulsionaba sin control debido a una mezcla de dolor, ansiedad y placer desconocido... Tenía un aspecto lamentable con lágrimas en los ojos.
Pero la visión de Susana Reyes en su estado indefenso no afectó al solitario corazón de Fernando Torres. Curvó sus finos labios y fijó su mirada reflexiva en la expresión de Susana y luego sacó sus dedos del cuerpo de ella sin dudarlo. El repentino movimiento hizo que el dolor recorriera el cuerpo de Susana y se desmayó un momento después.
Fernando Torres volvió a sentarse en el sofá y utilizó unos pañuelos de papel para limpiarse las manos que habían tocado el cuerpo de ella hacía unos instantes. Luego curvó sus labios en una sonrisa divertida.
«Estoy satisfecho con el resultado del examen. Esta mujer no ha sido tocada. Al menos nadie ha entrado en su cuerpo antes. ¡Nadie, ni siquiera ese Leonardo Escobar!», pensaba.
—Marica... —El hombre hizo una bola con los pañuelos usados y los tiró al bote de basura con precisión, luego dejó escapar su risa—. Susana Reyes, este es realmente un mundo pequeño. Nunca pensé que nos encontraríamos así...
Al día siguiente, mientras la luz del sol se filtraba por la ventana de la habitación, Susana Reyes se despertó todavía acurrucada bajo la manta que se había cubierto de un brillo dorado.
«¿Fue todo un sueño lo de anoche? No hay ningún anfitrión de la fiesta ni un magnífico y misterioso hombre... Ni siquiera mi ropa estaba desarreglada y no hay señales de que alguien haya tocado mi cuerpo. ¡Debo haber estado muy borracha anoche!», se decía.
«¡Ring...!», Su estridente tono de llamada rompió el silencio en la habitación de repente.
—¡Mierda! —Un pensamiento pasó por la mente de Susana mientras se daba una palmada en la cabeza con la mano—. ¡Me olvidé de mi trabajo!
Era Nydia del Castillo quien la llamaba.