Capítulo 7 Entre nosotros
Aquel hombre llevaba una delicada chaqueta de color negro hecha a mano, combinado con una camisa lisa, pero con clase y los tres botones cerca del cuello de ésta estaban desabrochados dejando al descubierto una gran zona de su piel bronceada. Esa apariencia tan informal no hacía más que aumentar su encanto.
Entró en la sala con calma y observó los alrededores con sus ojos azules, pensativos y profundos, y como mostrando un aura propia de alguien de la realeza a cada paso que daba. Un hombre como él era, sin duda, alguien dotado por los dioses para comandar la tierra con una presencia dominante.
—Es... Es él... —Susana no pudo evitar murmurar para sí misma. Sintió que su corazón latía con fuerza contra su pecho mientras su ritmo cardíaco aumentaba.
—Susana, ¿qué estás murmurando? —susurró Nydia del Castillo junto a Susana mientras la miraba con curiosidad.
—No... nada.
Susana levantó los ojos y miró al hombre que entraba en la sala con múltiples guardaespaldas acompañándolo con una expresión de sorpresa y al mismo tiempo, ese par de ojos azul intenso también se posó en ella...
Sus ojos se encontraron por un momento, pero él desvió la mirada después de una fracción de segundo y no había ni una pizca de emoción o asombro en sus ojos:
—Señor Torres, por aquí, por favor... —El director general de Sunshine se apresuró a dar la bienvenida a Fernando Torres.
El ambiente sereno del vestíbulo volvió a animarse al cabo de unos instantes, mientras la elegante música volvía a resonar en todo el local. Susana sostenía una copa de vino en la mano mientras se sentaba en uno de los sofás del vestíbulo y miraba a su alrededor sin comprender, al mismo tiempo que Nydia del Castillo socializaba con los invitados que asistían al banquete:
—Señora Nydia, ¿puedo pedirle una pieza de baile en nombre del joven maestro Torres? —Alguien preguntó amablemente a Susana Reyes. Ella se quedó boquiabierta, levantó la mirada y se encontró con el rostro serio del director general de Sunshine, el Señor Gutiérrez.
El señor Gutiérrez sonrió mientras señalaba hacia la dirección directamente opuesta a donde estaba sentada Susana. La mirada de Susana Reyes siguió hacia donde él señalaba y se quedó sorprendida por lo que vio. ¡No era otro que el misterioso joven maestro Torres!
En ese momento no miraba a Susana, sino que estaba concentrado en una conversación con una dama sentada a su lado y éste lucía su habitual y encantadora sonrisa:
—Señorita Susana, debería saborear esta oportunidad única en la vida... —El señor Gutiérrez le recordó a Susana con una sonrisa.
Susana asintió por fin, pero solo aceptó la oferta porque quería despejar algunas de las dudas que tenía sobre Fernando, no le importaba la «oportunidad única en la vida».
Mientras la música romántica resonaba por todo el salón, la hermosa pareja entró en la pista de baile con elegante aplomo y se balanceó con gracia al compás de la canción.
Todos miraban a Susana con ojos llenos de admiración y envidia e incluso Nydia del Castillo miraba a la pareja con incredulidad:
—¿Fer…nando… Torres? —preguntó Susana tímidamente mientras miraba al hombre que bailaba con ella.
—Probablemente eres la única persona en este mundo que se atreve a llamarme por mi nombre completo.
Fernando fijó su mirada en los cálidos ojos de Susana Reyes, éstos tenían el mismo tono de azul que el mar. Ella sintió que un escalofrío recorría su espina dorsal mientras él hablaba con una sonrisa gratuita que hacía que sus palabras sonaran como una advertencia.
—Lo siento. —Bajó la mirada y se disculpó.
Susana se detuvo unos segundos antes de volver a mirarle a la cara:
—Señor Torres, ¿nos... nos hemos visto antes en algún sitio? —Fernando Torres entrecerró sus hipnotizantes ojos y la miró fijamente con los labios fruncidos en una fina línea y mantuvo su silencio—. ¿Fue solo un sueño entonces...? —Al ver que no daba una respuesta, Susana no pudo evitar empezar a murmurar para sí misma.
—¡En el club nocturno! —Las palabras de Fernando Torres despejaron de golpe las dudas en su mente—. Nos conocimos en el club nocturno.
Sin previo aviso, Fernando rodeó con su brazo la delgada cintura de Susana, apretando el suave cuerpo de ella contra su musculosa figura. Mientras tanto ella separó ligeramente los labios y al mirarlo miraba fijamente, recobró sus pensamientos después de que se disculpara con las mejillas enrojecidas.
—Yo... lo siento. Estaba muy borracha en ese momento, por eso pensé que eras un...
—¡Anfitrión! —Las palabras se escaparon de los labios de Fernando Torres casualmente.
—Yo... lo siento mucho...
«¡Oh, Dios mío! ¿Qué hice después de emborracharme? ¿Cómo pude confundir al Señor Torres con un anfitrión del club nocturno?», pensó avergonzada.
—Debo haber bebido demasiado alcohol esa noche. Por favor, perdóneme por mi equivocación, Señor Torres, espero que se olvide mis errores. —El rostro de Susana estaba enrojecido. Quería esconderse en un rincón por vergüenza.
—Realmente no me importa lo que hiciste, pero hay demasiados... recuerdos inolvidables que sucedieron entre nosotros esa noche...
Fernando Torres atrajo a Susana Reyes más cerca de él, lo que provocó que sus suaves y amplios pechos fueran empujados contra su fuerte cuerpo. Sonrió pícaramente y susurró seductoramente cerca de la parte sensible de Susana:
—Eres mucho más interesante y encantadora que esas zorras solteras del club nocturno...
—Tú... —El proceso de pensamiento de Susana se vio interrumpido por su discurso coqueto, se sonrojó profundamente y se retorció en sus brazos tratando de mantener cierta distancia entre ella y aquel hombre peligroso—. Señor Torres, sé que tengo la culpa de lo que pasó aquella noche. Pero espero sinceramente que se olvide de todo el incidente y haga como si no nos hubiéramos visto nunca.
—Entonces, ¿intentas decirme que lo que pasó entre nosotros fue una... aventura de una noche? —Susana se mordió el labio inferior y guardó silencio mientras bajaba la mirada.