Capítulo 3 Solo un recordatorio
Impulsada por la locura, Susana Reyes vació el refrigerador y tiró todas las cosas al bote de la basura en medio de la noche, a las dos de la madrugada.
Uno por uno, los tiró con desprecio, sin sentir remordimiento, al igual que Leonardo se había desecho de su sinceridad y pisoteado el afecto que ella le tenía...
A las 5 de la mañana, Susana salió de la casa con su equipaje mientras Leonardo seguía profundamente dormido. Nydia del Castillo y su ayudante la habían estado esperando frente a su casa en su exclusiva camioneta.
En el momento en que Nydia del Castillo vio la mirada deprimida y el rostro pálido de su amiga, se quedó atónita, pero rápidamente volvió a la realidad y se apresuró a ayudar a llevar su equipaje.
—¡Susana, anímate! Piensa en este viaje de un mes a Japón como nuestras vacaciones.
—De acuerdo... —respondió la mujer con una sonrisa oscura.
A las 7 en punto de la mañana, el avión estaba listo para despegar. Nydia quería hablar con Susana sobre el itinerario de su viaje de negocios de un mes, pero se abstuvo de hacerlo al notar su el mal humor.
Por eso, dejó a un lado los documentos y suspiró para sí misma antes de consolar a su amiga:
—Para ser sincera, me alegro mucho por ti de que finalmente te vas a divorciar de ese bastardo, Leonardo Escobar. —Sus palabras tocaron instantáneamente el corazón frío como una piedra de Susana, pero solo pegó su cara a la ventana sin darle ninguna respuesta—. Susana, podrías haber llegado a la misma altura en tu carrera que tu hermana Sofía, si no fuera por este matrimonio superficial que ha limitado tu progreso. No seguirías siendo una actriz insignificante ahora si no fuera por ese Leonardo Escobar. —Nydia del Castillo expresó su pena a través de sus palabras.
Era cierto, desde el punto de vista de Nydia del Castillo, Susana Reyes era una actriz con talento y un potencial ilimitado. Podría haber superado a su hermana, pero ésta había rechazado múltiples ofertas de ascenso por culpa de su marido, Leonardo Escobar, a quien no le gustaba que su mujer siempre se exhibiera en público.
Incluso hubo un momento en que ella había planeado retirarse del campo del entretenimiento por impulso de su marido. Pero, por suerte, Nydia del Castillo estaba allí para evitar que tomara esa decisión, ya que, después de todo, ser actriz era el sueño de toda la vida de Susana.
—Lo siento... —Susana se giró hacia Nydia del Castillo y se disculpó con ella—. Podrías haberte convertido en la representante de una actriz mucho mejor que yo, pero nunca me has abandonado. Por eso, me gustaría darte las gracias de todo corazón, Nydia...
Nydia sonrió:
—¡Eso es porque puedo prever tu valor en el futuro! Susana, ten fe en mí. Confía en mí cuando te digo que vas a alcanzar la cima en el campo del entretenimiento y a brillar más que cualquier otra actriz. ¡Pero para que eso suceda, primero tienes que dejar bajar tus méritos por el bastardo de tu esposo! Él no es alguien que merezca tus sacrificios.
Justo a su lado, Susana sonrió débilmente y dijo:
—Haré lo mejor que pueda...
Poco después, Susana alcanzó la cima más alta en el campo del entretenimiento y brilló más que cualquier otra actriz, como predijo Nydia del Castillo. Consiguió mirar por encima del hombro a Leonardo Escobar y a su amante desde el pedestal construido por su éxito, pero por supuesto, esa era una historia para otra ocasión.
En su quinto día en Japón, celular personal de Susana nunca había sonado, pues su marido no la había llamado, ni siquiera una vez. Sin embargo, la existencia de éste era como una bacteria, que infectaba y mordía su corazón roto, y a medida que pasaba el tiempo, su herida empeoraba, dejándola solamente con un dolor que podría superarla pronto.
Esa noche, después de una sesión de fotos para una revista, Susana se excusó de la vigilancia de Nydia diciendo que quería un tiempo a solas para pasear. Luego al conseguir salir, caminó sin rumbo por las calles de Japón, pero al cabo de un rato, se detuvo bruscamente frente a un animado club nocturno.
Se quedó pensativa mientras miraba el ambiente animado del local a través de la ventana de cristal y entró en él sin darse cuenta. «Quizá debería embriagarme por una vez. Podré olvidar todos los recuerdos dolorosos cuando esté borracha y así no sufriré más la angustia».
Susana no sabía cuánto alcohol había bebido, pero era la primera vez que se bebía tanto de golpe. Contempló somnolienta lo que ocurría en el interior del revoltoso club nocturno y de vez en cuando se acercaban algunos chicos japoneses muy guapos, le hacían la plática, pero la mayoría eran animadores que trabajaban en el club.
Sin embargo, ella no ponía atención a los chicos que querían charlar con ella. Sacó su teléfono y marcó el número de Leonardo Escobar atrevidamente bajo la influencia del alcohol:
—Leonardo, ¿qué estás haciendo? —sollozó y preguntó al hombre a través del teléfono.
Con una actitud fría e indiferente, Leonardo Escobar dijo:
—¡Susana, estoy muy ocupado ahora mismo, habla con mi asistente si tienes algo que decirme!
—¿Por qué estás ocupado en medio de la noche...? —Susana comenzó a hacer un berrinche ya que el alcohol interrumpió su proceso de pensamiento normal—. ¡Siempre me dices que hable con tu asistente! Leonardo Escobar, ¡me casé contigo, no con tu asistente! —sollozó Susana.
—Susana Reyes, ¿estás borracha ahora? —Leonardo Escobar sonó serio de repente.
La mujer percibió el cambio en su tono y sintió un salto de alegría en su corazón:
—Leonardo, sé que todavía te preocupas por mí..... —sonrió satisfecha.
—¿Preocupado? —Leonardo Escobar se burló—. ¡Susana Reyes, solo quería recordarte que deberías buscar a alguien más quien hablar a si quieres actuar como una loca después de emborracharte! ¡Estoy muy ocupado, así que no vuelvas a molestarme! Me voy a dormir ahora.