Capítulo 14 ¿A dónde fuiste ayer?
Susana dudó brevemente, apretó los puños y respiró hondo antes de darse la vuelta para mirar al hombre mientras fingía despreocupación. No esperaba tropezar con el firme pecho de Fernando Torres nada más girarse.
Su corazón dio un vuelco cuando sintió que los músculos duros como una roca se mezclaban con la sensación resbaladiza. Instintivamente quiso dar un paso atrás debido al susto, pero un poderoso brazo le sujetó la cintura antes de que pudiera hacerlo.
Apretó un poco el brazo haciendo que el suave cuerpo de ella se pegara a su bien formada figura y las gotas que escurría por todo él, empaparon también la ropa de Susana.
Fernando Torres no tenía intención de soltarla y bajó la mirada mientras su cabello humedecido cubría parte de sus ojos pensativos, parecía más misterioso con esa mirada medio oculta, le preguntó a Susana:
—¿Para qué me necesitas?
—Eh… Es solo que... —Susana dio un codazo al hombre que tenía delante—. Eh... ¿Podemos poner algo de distancia entre nosotros? Así es más fácil hablar.
Susana tartamudeó con las mejillas enrojecidas y Fernando Torres sonrió con picardía y la soltó. Luego se recargó despreocupadamente en un sillón reclinable colocado junto a la bañera y sacó un cigarrillo, lo encendió y le dio una profunda fumada antes de exhalar el humo.....
El humo permaneció en el brumoso cuarto de baño, lo que hacía que los encantadores rasgos faciales de Fernando Torres parecían más sensuales a través del ambiente neblinoso.
—Habla. ¿Para qué me necesitas?
—¡Quiero volver! —Susana fue al grano.
—¿Volver? —Fernando Torres se rio. —¿Volver a dónde? ¿De vuelta al hogar amoroso que pertenecía a Leonardo Escobar y a esa mujer? —La burla llenó los ojos de Fernando Torres.
Sus palabras fueron como un duro golpe para el corazón de Susana, quien bajó los hombros en señal de derrota y murmuró con voz suave:
—¿Qué más puedo hacer si no regreso a ese lugar? ¿Tengo que entregarles mi propio hogar? Ese es el único lugar... al que puedo ir...
Susana evitó conscientemente llamar a ese lugar su hogar durante la segunda vez. Antes tenía un hogar que consistía en su padre, su madrastra y su hermana, Sofía Reyes, pero ya no podía decir que éste lo era. Y la que consideraba su casa, obviamente la estaba perdiendo…
Su discurso aturdió a Fernando Torres por un momento; sus penetrantes ojos azules parecían haber caído en profundos pensamientos y parecía deprimido por alguna razón desconocida: «Hogar. ¡Qué palabra tan sensible!»
—Entonces deberías irte. —Inesperadamente, Fernando Torres no le pidió que se quedara.
Susana se sorprendió, entonces se agachó en el suelo y se abrazó a sí misma, sacudió la cabeza aturdida y murmuró para ella:
—No puedo volver ahora... Ya no tengo un lugar al que pueda llamar hogar... —Fernando Torres la miró fijamente con sus ojos pensativos mientras la claridad la inundaba—: Ha vuelto a cambiar la combinación de seguridad, y ya no me dará la contraseña. Ese lugar se había convertido en su casa con esa otra mujer...
—¡Susana Reyes! —Fernando Torres pronunció su nombre completo sin levantar la voz, pero sonaba realmente enfadado. Susana ladeó la cabeza y le miró con los ojos enrojecidos—. ¡Ni siquiera mereces ser mi esclava con ese lamentable valor que tienes! —Fernando Torres le dirigió una mirada despectiva.
Susana lloró después de hablar:
—Fernando Torres, ¡nunca había dicho nada de querer ser tu sirviente! —Susana se enfadó.
—Tú, Susana Reyes, eres la única persona que se atreve a gritarme. ¿Te atreves a descargar tu ira contra alguien como yo, pero no contra Leonardo Escobar? —Las palabras de Fernando Torres tomaron a Susana por sorpresa—. Seamos francos, no te falta valor para enfrentarte a Leonardo Escobar. Simplemente no estás dispuesta a hacerlo. —Fernando Torres sonrió cruelmente—. Entonces eres tú la que se ha buscado esto, Susana Reyes. Has caído tan bajo que has permitido que otros pasen por encima de ti ¡y te han dejado fuera de tu propia casa!
—¡Ya basta, Fernando Torres! —Susana se levantó del suelo con lágrimas en los ojos sus ojos mientras le gritaba enfadada sin contenerse.
Fernando Torres se levantó también de su sillón, miró hacia abajo a Susana con su ventaja de altura y habló:
—Susana Reyes, solo eres una mujer que ha fracasado miserablemente en la vida. No me extraña que Leonardo Escobar no te quiera. —Fernando Torres se dio la vuelta y salió del baño después de hablar. Susana se puso delante de la bañera mientras miraba la figura del hombre que se iba por detrás y apretó los puños con fuerza mientras las lágrimas empañaban su visión...
Al día siguiente, Fernando Torres dispuso que su vehículo personal enviara a Susana a su empresa, pero no esperaba encontrarse con la fría expresión de su aún esposo nada más salir del auto. El hombre fijó su mirada penetrante en Susana y le dijo:
—¿Adónde fuiste anoche?