Capítulo 461 De forma rápida e inesperada
Debido a su estado actual, si durmiera sola en esa habitación, ¡no sería la única que perdería el sueño esa noche! Tadeo se dio la vuelta, la levantó y se dirigió a su propio dormitorio. Un rayo atravesó el cielo nocturno. Una máscara ensangrentada brilló al otro lado de la ventana y en una fracción de segundo, se desvaneció, como un fantasma que no dejaba ni sombras ni huellas a su paso. Mientras Sandra se enterraba en su pecho, su corazón, que latía con fuerza, se fue calmando poco a poco. Sin embargo, la imagen del horrible rostro ensangrentado resurgía en su confusa mente cada vez que cerraba los ojos. Abrió sus brazos y colocó a la pequeña chica sobre su cama. Intentó levantarse, pero ella se aferró al cuello de su camiseta. La miró. Había una pizca de sorpresa en su suave mirada. Ella lo miró, con ojos suplicantes y temerosos. Le estaba diciendo que no la abandonara porque se moriría de miedo si la dejara sola. Los dos se miraron en silencio en la penumbra, sin hablar. Después de un buen rato, por fin se rindió. ¿Quién podría decir que no, cuando el terror y la súplica eran evidentes en sus ojos? Cuando de vez en cuando, un destello de ingenuidad parpadeaba en esos ojos claros y acuosos? Nadie podía. Después de todo, sólo era una niña. Movió con suavidad su delicada figura hacia el otro lado de la cama y se metió bajo las cobijas a su lado. Sin darse cuenta, la comisura de los flexibles labios de Sandra se curvó hacia arriba mientras una dulce sonrisa se dibujaba en su rostro. Se movió con obediencia para hacerle espacio para que él se acostara. Tadeo le dio la espalda a Sandra y se acostó de lado. No pronunció ni una sola palabra en todo el tiempo. Para ser exactos, ni siquiera le dedicó una mirada a la excitada chica, pues su rostro infantil y alegre lo hacía sentir culpable, como si hubiera cometido un delito. Por otro lado, Sandra sonreía encantada bajo la manta. Aunque no estaba frente a ella, ¡estaba muy contenta! Colocó sus pequeñas manos en la esbelta cintura de él y se acercó a su musculosa espalda, asimilando su presencia con los ojos cerrados. Estaba rodeada por el tenue pero agradable olor del hombre. El ambiente era acogedor y romántico… Frunció el ceño porque el gesto lo incomodó un poco. Su espalda estaba caliente al tacto, hasta el punto de que gotas de sudor recorrían su espalda de forma seductora. Su sangre comenzó a hervir de forma inesperada e incontrolable…
—¡Pequeña!
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