Capítulo 177 El amor que no se puede dejar ir
La cara le ardía por la vergüenza y el descaro con que actuaba y en realidad, ella ya se había despertado hace un momento. Sin embargo, anhelaba su dulzura y su calor.
A pesar de saber que era su hermano, seguía deseando recibir todo su calor con ansia y se convencía a sí misma de que solo duraría esta noche. Se repetía que su intimidad solo quedaría en esos momentos y que también sería la última vez. Levantó la cabeza y le dio un suave beso en la frente, luego murmuró suavemente:
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