—No quería contarles esto, pero temo que tu papá no me perdone si me guardo este secreto —le dijo la anciana con expresión sombría a la Señora Ning, quien se volteó a mirar a Ning Yu’an. Luego, ambos se acercaron más a ella. La anciana continuó—: Tu bebé no nació muerto, sino que tu hermana lo envenenó. —Sonaba calmada y su mano temblorosa era el único indicio de cuán agitada estaba. Los demás se habían quedado petrificados.
La abuela pareció no darse cuenta de la reacción que provocaba y siguió:
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