Wen Xicong solía creer en el refrán: «Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza», que afirmaba que era poco probable que los rasgos innatos de la personalidad de un individuo cambiaran alguna vez. Sin embargo, al mirar en ese momento a Mingming, ya no estaba tan segura de la veracidad de dicho refrán. Nunca pensó que una persona que solía ser tan despreocupada e irresponsable pudiera convertirse en un ser tan falso y taimado.
Al notar lo callada que estaba, Mingming tosió ligeramente, se sentó junto a la cama y mientras tiraba de la mano de Wen Xicong, dijo:
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