—Hay un café a unas calles. Si te parece bien, Beiyi, podríamos ir y charlar, ¿sí?
Ye Lin sonrió y asintió. Sabía que había cosas no podría mantener en secreto nunca más. He Ling siguió inmersa en tal sorprendente descubrimiento hasta que llegaron al café y se sentaron.
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