Cristofer se divierte cuando miró mi expresión angustiada como si el mundo se estuviera desmoronando. Para aligerar el estado de ánimo, hizo una cara y me asomó suavemente en mi mejilla. Le pegué la mano y le dije con ansiedad:
—¡Deja de ser tonto! ¿No puedes decir que estoy preocupado?
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