Capítulo 297 Dile que he muerto
No se escuchó el ruido de las copas. En su lugar, se escuchó un profundo golpe y el agudo grito de dolor de Mónica. La copa debió de golpearla.
—Por favor, Señorita Tovar. ¿Podría considerar dejar a Cristofer solo? Usted sabe lo culpable que se sentirá si se entera de esto —pronunció.
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