Capítulo 50 No se puede confiar en él
—Oh, eres ruda, como me gustan. No te preocupes, me aseguraré de enseñarte algunos trucos.
El hombre se acercaba a mí para darme un beso. Al verlo, lo aparté con todas mis fuerzas y lo golpeé con un trapeador que tenía al lado, él se enfureció y me empujó al suelo. Aterrada, grité con fuerza, pero nadie llegó a rescatarme. Cuando creía que todo había terminado para mí, un hombre se acercó y me quitó al hombre de encima de una patada.
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