Capítulo 12 Compensación
En cuanto la supervisora se marchó, Victoria tenía el estómago tan vacío que le dolía. Luego, caminó sumisa hacia el ascensor.
La terraza de Club Delta tenía una piscina al aire libre así que creyó que, dado que el clima estaba frío ese día, no habría nadie allí. No obstante, cuando abrió la puerta, vio a muchos hombres apuestos y muchas mujeres bonitas, las cuales estaban bien vestidas. Victoria ya no divagó en el clima, sino que estaba demasiado distraída en la situación por lo similar que era aquella escena con el libertinaje.
Mientras miraba a su alrededor en busca de zonas que necesitaran limpieza, llevaba la cabeza inclinada dado que no se atrevía a mirar demasiado. Justo entonces, alguien la llamó.
—¡Tú, muchacha! Ven aquí. Recoge estas botellas de vino vacías y luego tráenos más.
Victoria era la única vestida con uniforme, así que levantó la cabeza para mirar en la dirección de la voz. Entonces, vio una larga mesa con una hilera de botellas de vino vacías junto a la piscina de la terraza; había una gran cantidad de botellas rojas y blancas. Se relamió los labios mientras tomaba una caja vacía que estaba a un lado y luego se acercó y empezó a limpiar. Cuando ya había hecho la mitad del trabajo, alguien lanzó una pelota de voleibol a la piscina y la salpicó.
En ese momento, la joven se sobresaltó y dio un paso atrás, pero accidentalmente chocó con una persona que estaba detrás de ella y, de repente, oyó una voz femenina:
—¡Ay! —La persona se quejó—: ¡Cuidado! Mira por dónde vas.
Cuando Victoria se dio vuelta, vio a una mujer con una falda corta y blanca. Sonrojada, pidió disculpas con amabilidad.
—Lo siento, no era mi intención...
—¿La chica de limpieza vino a unirse a la fiesta? Me ensuciaste la ropa, ¿eres capaz de compensarme? Qué mala suerte...
La discusión trivial llamó la atención de alguien que descansaba en un sofá junto a la piscina y de repente miró en dirección a Victoria. En ese momento, vio que su rostro era bastante atractivo en contraste con las deslumbrantes luces y, por lo tanto, levantó una ceja y preguntó de forma espontánea:
—¿Qué sucede?
La mujer con la que había chocado por accidente fingió compasión al oír aquella voz y se dio vuelta de forma deplorable.
—¡Señor Brizuela, mire! Esta mujer me ensució la ropa...
—¿Qué? —Antonio Brizuela sonrió mientras miraba de forma significativa su cuerpo—. Es solo ropa. Puedes pedirle que te compense. Ven aquí, jovencita.
Victoria sabía que tenía una racha de mala suerte, pero de verdad no podía permitirse hacer enojar a nadie, así que cerró los ojos y se dirigió hacia él. Cuando se acercó a Antonio, este abrió los ojos y dejó el vaso que tenía en la mano.
—Señorita, tiene que compensarla por ensuciarle la ropa —dijo el hombre mientras la miraba con interés.
Ella se quedó muda mientras miraba la falda de la muchacha ya que no podía compensarla porque era una pieza de una colección de una determinada marca.
—Debido a mis ingresos actuales no puedo hacerlo, pero, si quiere, puedo ayudarle a lavarla después de la fiesta.
Tal vez aquel hombre no imaginaba que Victoria no tenía dinero; así que levantó el ceño y la miró con más interés que antes.
—Ya que no puedes hacerlo, ¿por qué no ofreces tu propio uniforme como compensación? ¿Qué te parece? —dijo con un tono de voz elevado.
En un instante, la multitud que los rodeaba se dio cuenta de que algo interesante estaba sucediendo y por ello todos empezaran a mirar en su dirección.
Después de salir de prisión, Victoria solo tenía unos pocos uniformes de trabajo y, en ese momento, su ropa interior era lo único que llevaba debajo de la vestimenta. Palideció al darse cuenta de que aquel hombre pretendía humillarla a propósito.
—¿Qué ocurre? Puedes cambiar tus harapos como compensación, ¿pero aun así te niegas?
—Señor Brizuela, no creo que esta mujer pueda hacerlo. Ni siquiera quiere quitarse el uniforme...
—Ah, tengo que ver esto. Vamos, quítate la ropa.
Victoria apretó el cuello de su camisa y tembló un tanto al ver que la gente que la rodeaba se burlaba y se reía de ella. De repente, cuando estaba a punto de levantar la mano, un brazo grande y cálido la rodeó por el hombro. De inmediato, la joven se sobresaltó cuando sintió que alguien apretaba su cuerpo contra un pecho que le resultaba familiar.
En ese momento, Cristian sonrió y su mirada justa se volvió severa. Entonces, arqueó sus finas y oscuras cejas de modo que parecía orgulloso y sobresaliente, tal y como un rey. Cuanto Victoria levantó la vista, pudo distinguir su perfecta mandíbula y no pudo evitar tragar saliva. El hombre sonrió de forma seductora, pero sus palabras fueron penetrantes.
—¿Qué? Señor Brizuela, ¿cuándo comenzó a tener interés por una don nadie como ella?
«Nadie...» Victoria bajó la cabeza.
—Señor Tabares, esa no es una forma muy agradable de decirlo. Solo somos un grupo de gente que busca divertirse. Si no, no hay mucho con lo que jugar, ¿verdad?
—¿Buscan divertirse? Ya veo...
Cristian se rio y entonces, antes de que la multitud pudiera comprender lo que estaba sucediendo, el hombre que insultó a Victoria cayó a la piscina luego de que Cristian lo pateara.
En ese momento, Victoria se quedó atónita ante lo que acababa de presenciar.