Capítulo 11 Todo lo que diga será en vano
Carlota miró a Victoria para observar su reacción al informarle que la trasladaban al Departamento de Limpieza. Al fin y al cabo, las jóvenes eran más adecuadas para ser anfitrionas, mientras que las mujeres mayores y jubiladas trabajaban en el otro sector. Por lo general, la limpieza era una tarea sucia, agotadora y desagradable. Sin embargo, Victoria no se inmutó; se limitó a asentir y permaneció en silencio. Al ver su reacción, Carlota se sintió un poco decepcionada.
—Entonces, ¿no hay nada que quieras decir? —le preguntó mientras levantaba una ceja.
Victoria negó con la cabeza.
—Me da igual el trabajo que tenga mientras me paguen. Además, el señor Tabares declaró que lo que fuera que dijera sería en vano, así que no veo motivo para hacer que se enoje.
Carlota se sintió satisfecha con su respuesta y, tras una breve vacilación, sonrió.
—Ya que no tienes inconveniente, recoge tus pertenencias y preséntate en el Departamento de Limpieza.
—Está bien. Gracias, señorita Carlota.
Mientras aquella mujer observaba cómo Victoria regresaba a su dormitorio, permaneció en el pasillo y contempló la escena durante un rato. Luego, sacó su teléfono del bolso, marcó un número y al poco tiempo atendieron la llamada.
—¿Qué? ¿Qué sucede?
—Seguí sus instrucciones y ya la trasladé al Departamento de Limpieza.
Cristian estaba leyendo unos documentos cuando oyó a Carlota del otro lado de la línea y, al cabo de unos instantes, susurró:
—¿Cuál fue su respuesta?
—No lloró ni tampoco hizo un alboroto; lo aceptó con bastante calma.
—¿De verdad? —Frunció el ceño y luego levanto la mano para frotarse las sienes hinchadas y decir—: Sí es así, entonces puedes darle trabajo adicional. Al fin y al cabo, para su edad debería considerarse joven en el Departamento de Limpieza así que es razonable que acepte más trabajo.
Carlota se quedó estupefacta y dudó un tanto.
—Señor Tabares, ¿eso no es demasiado duro? Después de todo, es solo una joven... —Al ver que Cristian se quedaba en silencio, se dio cuenta de que se había pasado de la raya. Entonces, se puso nerviosa y cambio de tema—. El joven señor de la inmobiliaria Vendimia celebrará su cumpleaños aquí el próximo lunes. ¿Vendrá?
—Sí.
—Entonces, prepararé su vino favorito.
—Haz lo que creas conveniente.
En cuanto el hombre finalizó la llamada, se concentró en el documento que tenía delante; sin embargo, fue incapaz de comprender alguna palabra. «¿Sin llorar, sin alboroto y aceptándolo con calma? ¡Ja, ja, ja! Victoria siempre logras sorprenderme. No creo que la personalidad que desarrollas desde pequeña pueda cambiar en solo dos años». Él quería ver cuánto tiempo podía seguir actuando.
—¡Eh, se terminó el jabón del baño de mujeres, rellénalo rápido! ¿Acaso estás esperando a que yo lo haga?
Victoria acababa de limpiar una habitación privada donde la gente había estado bebiendo y divirtiéndose. Estuvo limpiando toda la tarde y, cuando terminó, estaba tan agotada que no podía mantenerse en pie. Acababa de detenerse a beber agua cuando una supervisora que estaba controlando la llamó para que volviera al trabajo.
—¿Por qué eres siempre tan despistada? ¿Acaso esos ojazos son solo para aparentar?
Después de que la sometieran a continuos insultos, optó por hacer oídos sordos y llevó la nueva recarga de jabón al baño de mujeres. Victoria ya no tenía que verse presentable ni tampoco le preocupaba que la reconocieran por su trabajo dado que llevaba una semana trabajando allí. A pesar del cansancio, se sentía realizada.
De forma ordenada, llenó el dispensador de jabón e inclinó la cabeza mientras se marchaba con la caja de limpieza en los brazos. No obstante, en cuanto salió, la odiosa supervisora estaba allí para saludarla.
—Ya terminaste aquí, ¿verdad? Ve a la terraza y ayuda.
—¿A la terraza? —La joven recordó que un cliente importante había reservado ese lugar esa noche para una fiesta de cumpleaños y, con el ceño fruncido, dijo—: Ya son las ocho y media, es hora de que termine mi turno. Además, no he comido nada en todo el día...
—¿Qué? —Cuando la supervisora vio que Victoria se negaba a ir, levantó un poco la voz—: En este momento nos falta personal, ¿pero tú quieres comer? ¿Acaso te contrataron en esta compañía para que no trabajes en los momentos más importantes? Si es así, tienes que avisarle con anterioridad a la señorita Carlota y ella se encargará de organizarlo.
«Si se lo hago saber a Carlota, es muy probable que Cristian se entere». De repente, se sintió angustiada.
—Por favor, no se lo diga a la señorita Carlota. Iré ahora mismo. No se enfade.
—Mucho mejor. ¡Date prisa y no te entretengas!