Capítulo 5 ¿Crees que es divertido rendirse?
En ese instante, todos observaron a Victoria como si quisieran humillarla y juzgarla. Mientras, la joven parecía tener calma, aunque le sudaban las manos.
—¡Demonios! —gritó un hombre—. ¿No es Victoria, la hija de los Coral? ¿No estaba en prisión por homicidio? ¿Es ella en verdad?
En cuanto terminó de hablar, todos en la sala comenzaron a murmurar y eso le agradó a Sabrina; luego, le agarró el brazo a Victoria.
—¿Qué estás esperado? Salúdalos. No eres idiota, ¿verdad?
Ante la mirada de burla de Sabrina, la joven se mordió el labio.
—Hola, soy Victoria Coral.
Por otro lado, Lucas inclinó la cabeza y la miró con el ceño fruncido.
Mientras tanto, Cristian estaba en su oficina con su asistente mientras observaba las luces coloridas del club que brillaban en la ciudad. En ese instante, Roberto estaba de pie frente al escritorio y miraba a su jefe.
—Carlota pregunta si debe interferir por este asunto en Club Delta.
El hombre estaba sentado en su silla de cuero y su traje gris lo hacía parecer siniestro. Luego de un instante, habló.
—Lucas está allí también, ¿no?
—Sí.
Encendió un cigarrillo y sonrió.
—Entonces, supongo que no debemos arruinar su diversión. Dile a Carlota que no interfiera.
Al pensar en el estado miserable de Victoria, el hombre cerró los ojos y le costaba creer que ella había cambiado en solo dos años. Mientras el cigarrillo se consumía solo en la mano del hombre, él pensaba. «Esto recién comienza».
Por otro lado, Victoria ya había olvidado la cantidad de copas de vino que había bebido y sentía una molestia en el estómago; no obstante, no les iba a rogar que se detuvieran porque sabía que nadie se apiadaría de ella. Al mismo tiempo, Sabrina enderezó la espalda y se regocijaba al ver que la joven estaba pasando un mal momento; se reía y burlaba de ella. Cuando le dio otra copa de vino, Lucas decidió arrebatársela y la bebió él con el ceño fruncido.
—¿Qué haces, Lucas? Era para Victoria —comentó con una expresión sombría.
Sin embargo, el joven la miró sin decir una palabra y se acercó a Victoria; la agarró del brazo para sacarla de la sala.
—Ven conmigo.
Antes de comprender lo que estaba sucediendo, Victoria no pudo reaccionar a tiempo y sintió dolor en la muñeca.
—E-espera, Lucas. ¿Por qué me sacas?
No importó la cantidad de veces que ella le habló, el joven la ignoraba y continuó arrastrándola afuera del lugar y la soltó recién cuando bajaron las escaleras. Como Victoria tenía una herida en la pierna, perdió el equilibrio y cayó al suelo.
—¿Crees que es divertido rendirse?
Victoria se sorprendió al escucharlo.