Capítulo 475 Un brindis por la alegría
Aunque Paola advirtió la presencia de Sandra, decidió ignorarla, pues sabía que la mujer madura no se interpondría en sus planes; casi de inmediato, Dafne y Paola subieron al viejo auto de Román, el Santana, mientras que Román se disponía a conducir el vehículo de Sandra. Una vez dentro, Sandra y Román se sintieron un poco incómodos, pues había poco espacio en el interior que los obligaba a situarse muy cerca del otro; además, ahora que se encontraban a solas, ambos recordaron el incidente de aquella tarde y no pudieron evitar sentirse avergonzados. Durante todo el camino, un silencio sepulcral reinó el interior del vehículo y Sandra se limitó a mirar por la ventana, mientras colocaba las manos sobre sus rodillas, en una pose poco natural.
Tras un momento, la voz de Román resonó al romper el silencio, de manera imprevista, al decir:
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