Capítulo 11 Burlado por mis propios parientes
Dafne recibió una llamada de sus padres de camino a la fiesta.
—Creo que no deberíamos invitar a Román a la fiesta —dijo Daniel.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Dafne confundida.
—Quiero decir, mira el yerno de Joaquín es un jefe de sección en la Oficina Industrial y Comercial —suspiró Daniel—. Román no es más que un oficinista de poca monta. Francamente, es una sanguijuela en nuestra familia. Nuestros parientes se burlarán de él.
—Pero el tío Joaquín ha insistido en que Román nos acompañe. ¿No se enfadará si Román no aparece? —preguntó Dafne.
Daniel hizo una pausa de unos segundos.
—Bien, que vaya con nosotros entonces. Tenemos que escuchar la petición de Joaquín.
Después de colgar la llamada, Dafne se volvió para mirar a Román.
De repente, Dafne ya no quería que Román se uniera a la fiesta. Si se comparaba con la hija de Joaquín, Diana Huesca eran mundos aparte, diana sin duda presumiría de su marido Jefe de sección en la fiesta.
La única razón por la que Joaquín había invitado a Román era para burlarse de Dafne. La idea le dolía a Dafne en la cabeza.
Se giró para mirar a Román, que dormía profundamente en el asiento del copiloto y suspiró:
—Seguro que eres un inútil...
Los dos llegaron al Hotel Royal no mucho después, uno de los lujosos comedores ya estaba lleno de gente.
No sólo Joaquín había invitado a Dafne y a su familia, sino también a todos los demás parientes.
La fiesta era tan grande como una fiesta de bodas.
Tanto Diana como su marido, Alan Parra eran el centro de atención de la fiesta.
Todos los familiares estaban ocupados felicitando a Joaquín. Ninguno de ellos se dio cuenta cuando entraron Dafne y Román.
—Alan, eres increíble. No puedo creer que ya seas Jefe de sección a tan corta edad.
—Seguro que Diana ha encontrado un gran marido. Hacen una pareja perfecta.
—Parra, por favor cuida de mi hijo cuando se gradúe, ¿de acuerdo?
Diana Huesca se sintió orgullosa cuando sus familiares elogiaron a su marido, mientras que Alan fingió ser humilde.
Dafne dejó escapar un suspiro de alivio cuando se dio cuenta de que ninguno de sus parientes se había fijado en ella.
Sin embargo, se sintió aliviada demasiado pronto, ya que Diana se fijó en ellos.
—¡Dafne ! Bienvenida. ¿A qué se dedica tu marido?
En el momento en que Diana abrió la boca, todos cambiaron su atención hacia Dafne y Román.
—Emm trabaja en mi fábrica... —tartamudeó Dafne.
—¿Trabaja para ti? Entonces, ¿básicamente vive de ti?—Diana medio bromeó.
La multitud estalló en risas, avergonzando a Dafne.
—Oye, sólo estoy bromeando. No te enfades conmigo, ¿de acuerdo? —dijo finalmente Diana cuando las risas se calmaron—. Pero su futuro está condenado si sigue trabajando en una fábrica. Alan, ¿por qué no le das un trabajo?
—Eso va a ser difícil —rio Alan con ironía—. He oído que era un ex convicto
—¡Así es! ¡Cómo olvidar que Román estuvo encerrado durante cinco años! —exclamó Diana.
Aquella afirmación acaparó la atención de todos.
No podían creer que el novio de Dafne hubiera estado preso, si comparaban las parejas de Diana y Dafne eran como el cielo y la tierra.
Aunque los familiares no decían nada, sus miradas eran suficientes para matar el alma de una persona.
Tanto Daniel como Ana agacharon la cabeza para ocultar su vergüenza.
Se preguntaron qué pecados habrían cometido en su vida pasada para que su hija encontrara semejante basura.
Daniel habría echado a Román si no fuera porque la multitud seguía mirándolos.
En cuanto al hecho de que Román le había ayudado a asegurar su posición, Daniel lo olvidó por completo.
Joaquín, que había permanecido en silencio todo el tiempo, habló de repente.
—El talento no es la única razón por la que Parra consiguió su puesto. También tuvo ayuda.
—¿Ayuda? ¿No hace falta alguien de alta jerarquía para nombrar un puesto como el de Parra? —preguntó uno de los familiares.
—Fue Julián, de la familia Larios —dijo Joaquín con orgullo—. Por lo que sé, Alan y Julián se conocen desde hace mucho tiempo.
La revelación conmocionó a la multitud.
—¿Te refieres a una de las cuatro grandes familias de Ciudad Roble , los Larios? ¡Madre mía! Parra sí que conoce a mucha gente.
—¡No tendrá que preocuparse por su futuro si conoce a alguien así!
—¡También he oído que la familia Larios ha conseguido una invitación del Gran Mariscal! ¡Parra! ¿Puedes preguntar a los Larios si pueden asegurar un puesto de guardia en la Gran Ceremonia? ¡Diablos, incluso una posición de limpieza servirá!
Todos los familiares estaban satisfechos con Alan Parra.
—Además, Julián Larios está interesado en Dafne, pero ella eligió a ese ex convicto en su lugar —continuó Joaquín—. En serio, ¿sus padres no le han enseñado nada? Sólo está avergonzando a toda la familia Huesca.
La multitud no podía creer lo que escuchaba. Dafne ha elegido a un ex presidiario en lugar de a un multimillonario.
—¡Este es mi asunto privado! ¡No tienes derecho a decirme lo que tengo que hacer! —gritó Dafne.
—¡Claro que lo tengo! Soy tu tío —reprendió Joaquín—. ¿Cómo puedes comparar a ese inútil de mi*rda con Julián? ¿Conoce a alguien en la Oficina Industrial y Comercial? ¿Puede conseguir un puesto de jefe de sección como Alan? Diablos, ¿Puede conseguir una invitación a la Gran Ceremonia? ¿Cómo crees que mirarían los demás a Parra si se enteraran de que tiene un ex convicto como pariente?
Los ojos de Dafne enrojecieron. No podía creer que tuviera que sufrir semejante vergüenza por parte de sus parientes.
Román sacó un cigarrillo y lo encendió con una sonrisa.
«Si esta gente supiera quién soy realmente, se habría me*do en los pantalones al instante».
Sólo había una razón para que el Gran Mariscal fumara. Significaba que estaba furioso, cuando el Gran Mariscal se enfadaba se derramaba sangre.
Al mismo tiempo, Jacobo Segura, director de la Oficina Industrial y Comercial entró en el hotel con un grupo de personas para cenar.
Les dijeron que el comedor privado más grande ya estaba reservado.
Justo cuando Jacobo estaba a punto de dirigirse a otro lugar, su asistente, un hombre gordo, sugirió:
—Señor ¿por qué no vamos a echar un vistazo si están a punto de terminar? Ya es bastante tarde para que nos dirijamos a otro lugar.
Jacobo lo pensó y asintió.
—De acuerdo, vamos.
El asistente asintió y corrió hacia el comedor en el que estaban Dafne y sus familiares.
¡Pum!
La puerta se abrió de golpe cuando el asistente irrumpió en la habitación.
—¡Eh! ¡Ustedes! ¡Dense prisa y salgan! Me quedo con esta habitación.
—¿Quién carajo eres tú? —increpó Joaquín levantándose de su silla.
—¡No te atrevas a maldecirme! Soy de la Oficina Industrial y Comercial, piérdete o haré que los arresten a todos —rio el asistente.
—¿La oficina? ¿Sabes quién es mi yerno? Es tu nuevo jefe de sección —desafió Joaquín.
Pero, en lugar de asustarse el gordo sonrió aún más histéricamente.
Recorrió la multitud y finalmente posó sus ojos en Alan.
—Ya veo. ¡Así que el señor Parra también está aquí! ¿Así es como tratas a la persona que te ha ascendido? —reclamó el asistente.
Tras darse cuenta de quién era el gordo, la cara de Alan se puso pálida.