Capítulo 364 Seguir arrodillados
EL General Arriaga se adelantó e inclinó la cabeza durante varios segundos en señal de respeto, que todos siguieron. Después de eso, llegó el momento de que Aarón pronunciara los elogios, pero que, al no haber preparado uno para la madre de Daniel, tuvo que idear algo en el momento para alabar sus actos. Media hora después, la ceremonia había terminado y los corazones de Adán y Aarón volvieron por fin a su pecho desde donde habían estado en sus gargantas todo el tiempo: «Con la ceremonia terminada, no había forma de que el general los investigara por maltratar las cenizas de su salvador, ¿verdad?» Pronto se darían cuenta de que nunca debían hacerse conjeturas con anticipación.
El General Arriaga se dirigió a la esquina del cementerio y se agachó ante el agujero vacío donde estaba enterrada la madre de Daniel. Los corazones de los dos hermanos se aceleraron ante sus acciones. La voz del hombre era fría cuando acusó:
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