Capítulo 9 Por favor, devuélveme a mi marido
Efectivamente, Paola tenía ese pensamiento en mente por supuesto, sólo si lograba averiguar si el dinero pertenecía a Román.
—¡Román, fui yo quien estuvo a tu lado cuando estabas en lo más bajo! —La voz de Paola tembló—. ¿Vas a dejarme ahora que eres rico? De ninguna manera.
Román suspiró.
—Entonces, ¿quieres volver conmigo?
—¡Sí, quiero! Paola estaba emocionada. ¡Con estos cinco millones, eres digno de mí!
—Genial, vamos a registrar nuestro matrimonio ahora —dijo Román—. ¿Trajiste algo de dinero en efectivo? No tengo dinero conmigo ahora. Creo que cuesta unos diez el certificado.
—¿Qué quieres decir? —Paola se quedó sorprendida—. ¿No hay cinco millones aquí?
—Este dinero no es mío. De hecho, soy tan pobre que aún no he desayunado —dijo Román.
—¿El dinero no es tuyo? ¿Eres demasiado pobre para poder desayunar? —exclamó Paola asombrada.
—¡Mierda! Sigues siendo el mismo c*lo roto. Bueno, ¿qué he dicho? ¿Cómo vas a conseguir cinco millones si ni siquiera puedes pagarnos otros trescientos mil? ¿Quieres casarte conmigo, aunque estés arruinado? En tus sueños.
Román sacudió ligeramente la cabeza.
«¿Por qué no me había dado cuenta antes de que Paola era tan interesada?».
—¿El dinero no es tuyo? Entonces, ¿De dónde has sacado esos cinco millones? —preguntó Dafne con curiosidad.
Román se mostró misterioso.
—¿Has olvidado mi identidad?
—¿No eres un vendedor de nuestra fábrica? ¿Qué tiene que ver con cinco millones?
¡Pfft!
Paola se rio.
—Qué desvergüenza la tuya, un vendedor de mi*rda en un molino pequeño, al pedirme vaya broma pedirme que me case contigo!
Sabiendo que Román era inferior a ella, Paola se sintió un poco aliviada.
—Este es un pedido que he conseguido hoy para nuestra fábrica —dijo Román entregándole a Dafne un contrato—. Estos cinco millones son un anticipo.
«¿Qué?».
Dafne aceptó el contrato con nerviosismo.
«¿Qué tan grande es este pedido para darnos un anticipo de cinco millones?».
Después de leer el contrato, Dafne lloró de alegría.
—La fábrica está salvada, mamá. La fábrica está salvada, no tenemos que ir a la quiebra.
—¡No puede ser! —Paola corrió frenéticamente arrebatando el contrato.
Después de leerlo, sus ojos se pusieron rojos.
Cien millones. Román realmente arrebató un trato de cien millones a la familia Borbolla ¡la familia más rica de Ciudad Roble!
Por un trato de cien millones, el beneficio neto es de al menos diez millones.
«¡Eso son diez millones!».
«¡Román es un multimillonario!».
Paola estaba desmoralizada después de descubrir todo esto de golpe.
—Román —gritó— Tú... ¡me has engañado!
Román se encogió de hombros.
—No te he engañado, sólo soy un pequeño vendedor. Este pedido es de Dafne y no tiene nada que ver conmigo.
—No me importa —chilló Paola histéricamente—. Casémonos Román. Registremos nuestro matrimonio ahora. Dame este pedido, incluso puedo llevarte a asistir a la Gran Ceremonia de Regreso del Gran Mariscal.
Si le daban este pedido, podría ganar diez millones de comisión.
Aunque tenía la tarjeta de invitación del Gran Mariscal en sus manos, sólo podía aportarle un poder insustancial y no diez millones sólidos.
Román la ignoró y caminó hacia Dafne.
—Dafne deja de llorar, el pedido de la familia Borbolla es muy urgente, así que date prisa y empieza.
Dafne se secó rápidamente las lágrimas.
—Sí empecemos, pongámonos a trabajar.
Dicho esto, Dafne incitó a sus empleados a empezar a trabajar, pero Paola no los dejó ir.
—Dafne por favor, te lo ruego —suplicó Paola acercándose a ella a toda prisa—. Devuélveme a Román, ¿Quieres?
—Román la tarjeta de invitación nos dará poder y estatus, y además de tu pedido como capital inicial, podremos establecer una gran empresa. Somos una pareja hecha en el cielo. Por favor, dame una oportunidad y date una oportunidad a ti mismo.
Román miró a Dafne con picardía.
—No es posible que me vendas por esta hermandad de plástico, ¿verdad?
Dafne sonrió a través de sus lágrimas.
—¡Disculpa! Ni siquiera he aceptado casarme contigo.
—No tienes que rogarme Paola. Si Román quiere volver contigo, puede hacerlo cuando quiera.
Paola miró a Román.
—Te di una oportunidad, pero no la apreciaste. No hay nada que pueda hacer al respecto —Román se encogió de hombros, mirando al cielo.
Paola se sonrojó, recordando sus burlas de hace un momento.
Ahora que no había esperanza de reconciliación, sólo podía conformarse con lo siguiente.
—Dafne esta vez debes surtir a mi compañía de provisiones, por favor —gritó suplicando—. ¡Si no la familia Larios no me perdonará la vida! No querrás que me mate la familia Larios, ¿verdad?
El corazón de Dafne se ablandó. Suspiró y asintió.
—Muchas gracias —Paola forzó una sonrisa y salió corriendo, temía que Dafne se retractara de sus palabras.
—¿Me culparás por ayudarla? —Dafne miró a Román con cautela.
Román negó con la cabeza.
—¿Sabes qué es lo que me gusta de ti?
—¿Qué? —preguntó Dafne con timidez.
—Tu amabilidad —respondió Román.
Dafne dio un pisotón de agravio.
—¿Estás insinuando que soy fea?
Román se quedó sin palabras.
«El corazón de una mujer es tan voluble como el clima de abril».
Dafne ignoró airadamente a Román y se volvió hacia sus trabajadores.
—Chicos a trabajar, voy a duplicar su salario a partir de hoy.
El ánimo de los trabajadores se animó mientras se apresuraban a colocarse en sus puestos.
—Gracias, Señor Zárate.
—Gracias, Señora Zárate.
Román lanzó alegremente un paquete de cigarrillos Faros a un empleado sólo porque gritó «Señora Zárate».
—¡Pfft! —Dafne se sonrojó.
La cara de Román se arrugó mientras miraba a los diez hombres fuertes que Paola había traído.
—¿ Ya terminaron? ¿No? Parece que quieren que lo haga yo, ¿eh?
De repente, uno de ellos salió de entre la multitud y se arrodilló en el suelo de golpe sollozando.
—Me equivoqué, merezco morir. No debería haber hecho eso. Por favor, perdóneme la vida Señor.
Román se burló:
—Tratando de ganar simpatía, ¿eh? ¡No hay trato! Deja un par de manos y pies.
Ana recuperó la compostura y gritó:
—No, no, no. No lo hagas. Deja que se abofetee cien veces. No le quites las extremidades.
Ana era una simple ama de casa. ¿Cómo podía soportar ver ese espectáculo sangriento?
—Bueno, ¿No vas a agradecer a mi suegra? —dijo Román.
El voluminoso hombre se postró en el suelo, dándole las gracias.
—Aunque sigo sin estar de acuerdo con este matrimonio, gracias por salvar la fábrica de Dafne —dijo Ana a Román con sentimientos encontrados.
—Sólo hice lo que tenía que hacer —dijo Román.
Después de un momento de vacilación, Ana habló:
—El estatus de Paola aumentará definitivamente después de asistir a la Gran Ceremonia de Regreso. Además de las amenazas de la familia Larios, ustedes tendrán un viaje difícil por delante así que tengan cuidado.
Román asintió, con un rastro de felicidad brillando en sus ojos.
El significado implícito de las palabras de Ana era que dejaría de interferir en este matrimonio y dejaría que la naturaleza siguiera su curso. Por lo tanto, le estaba recordando que tuviera cuidado.
—Primero depositaré el dinero en el banco por ti, en caso de que lo necesites— dijo Ana golpeando el maletín.
Recordando de repente algo, Román sacó apresuradamente del bolsillo una tarjeta bancaria de color morado.
—Esto es un regalo mío. Tengan la amabilidad de aceptarla, lleva esta tarjeta para depositar y retirar dinero. Podrás disfrutar de un trato VIP sin tener que hacer fila. La contraseña es el cumpleaños de Dafne.
Esta tarjeta bancaria púrpura, llamada Tarjeta dorada del trébol estaba limitada a noventa y nueve ejemplares en todo el mundo.
Sólo la realeza y las familias de élite eran merecedoras de su posesión, y podían gastar cien millones como saldo total.
Dafne echó un vistazo a la tarjeta, con los ojos brillantes, la tarjeta le resultaba familiar, como si la hubiera visto antes en la televisión.
Pero no podía recordar los detalles.
Ana no le dio demasiada importancia y la trató como una tarjeta VIP cualquiera. Recogió la tarjeta y se fue.
En cuanto salió, una fila de autos privados negros se detuvo frente a la fábrica con un grupo de hombres trajeados caminando hacia ella.
—Oh no —Dafne tragó saliva.