Capítulo 13 Te propondré matrimonio
—Bueno, de todos modos, es sólo un puesto en el buró —resopló Miguel—. No me he presentado, ¿verdad? Soy de una de las cuatro grandes familias, Miguel Damaso. Si quiero, puedo borrar a la familia Huesca de la tierra con un chasquido de dedos.
Los Huesca sólo pudieron temblar de miedo, ya que ni siquiera tenían derecho a pedir perdón a la familia Damaso.
Justo cuando la familia Huesca estaba reflexionando sobre qué hacer, Joaquín actuó.
El hermano mayor ofreció rápidamente un cigarrillo a Daniel.
—Daniel, sigo siendo tu hermano... No me dejarás pudrirme, ¿verdad? Sé que fui un imbécil contigo. Por favor, perdóname por eso.
Los demás empezaron a seguir el ejemplo de Joaquín y comenzaron a suplicar a Daniel y Ana.
—Tiene razón, Daniel. Seguro que has encontrado un futuro yerno maravilloso. Es el orgullo de la familia Huesca.
—Las cosas que hablamos hace un momento... Sí, eso fue tan desagradable...
—Alan Parra no es rival para tu futuro yerno.
—Tienen razón. Román todavía es joven y tiene bastante temperamento, pero eso es algo bueno. Sólo ayúdanos a caerle bien.
Tanto Daniel como Ana se quedaron sorprendidos. La pareja había sido despreciada por sus familiares durante años, no tenían ni idea de a cuál de las súplicas de sus parientes debían hacer caso primero.
Cuando respondían a alguno de ellos, la otra parte les devolvía una cálida sonrisa.
La persona con peor destino entre ellos era Alan Parra, un hombre que solía estar en el punto más alto del grupo.
Alan suplicó el perdón de Diana, pero la dama lo pateó a un lado.
Al principio, Diana esperaba utilizar a Alan para burlarse de Dafne, sin embargo, no sólo Román superó a Alan, sino que éste incluso intentó utilizar a Joaquín como escudo.
Una vez terminada la fiesta, Daniel rechazó la invitación de Joaquín para llevarlos de vuelta. En su lugar, decidió volver a casa caminando con Ana.
En el camino de vuelta, Ana empezó a llorar.
—Cariño, ¿qué pasa? —Daniel entró en pánico.
—Llevamos 30 años casados y tus parientes me han intimidado durante todo ese tiempo. Román acaba de unirse a nuestra familia hace unos días, y ya me ha ayudado tanto... ¡Incluso un ex-presidiario es mejor que tú!
—Lo siento, cariño. Estos últimos años deben haber sido duros para ti... —Daniel se disculpó.
—Dime, ¿realmente crees que Román es una persona normal? ¿Cómo puede alguien asustar tanto a Jacobo Segura? ¿Podría estar ocultando su identidad?
—Cariño, creo que deberías dejar de leer esas novelas —rio Daniel con ironía—. Cosas así sólo pueden aparecer en la ficción. Si realmente es noble, ¿por qué sufrió en la familia Reyes durante cinco años? Además, la última vez ni siquiera pudo pagar una dote de trescientos mil para la boda.
Ana lo pensó y dijo:
—Entonces, ¿cómo explicas el incidente de Jacobo? También recuerdo otra cosa. ¿No firmó Román un acuerdo millonario con la familia Borbolla? Es imposible que la familia más rica de la ciudad firme un acuerdo con la fábrica de Dafne ¿Podría ser que Román conozca a alguien de la familia Borbolla?
Tras escuchar lo que Ana había dicho, Daniel se dio una palmada en la cabeza.
¡Claro! Si no me equivoco, el jefe de la familia Borbolla fue a la cárcel una vez. Fue más o menos al mismo tiempo que Román. ¿Tal vez se conocieron allí?
—Es muy probable que así sea —afirmó Ana— ¿No es la familia Borbolla una de las anfitrionas de la Gran Ceremonia? Ya que Román conoce al jefe, ¿no puede conseguirnos una entrada? Si nuestra familia puede participar en la ceremonia, ¡volveremos a nacer! ¡Podemos eclipsar a los Reyes si conseguimos entrar!
—¡Tienes razón! ¡Vamos a preguntarle a Román una vez que regresemos! —exclamó Daniel.
—Llamemos a Dafne y digámosle que traiga a Román a casa —propuso Ana.
Dafne y Román se habían quedado en la fábrica los últimos días porque la casa de Dafne estaba en el mismo distrito que la de los Reyes.
Las dos familias habían estado muy unidas en el pasado, pero desde que apareció Román, su relación se rompió.
Dafne estaba preparando un plato de fideos en la cocina para recompensar a Román por su intervención mientras él esperaba en el salón, viendo la televisión.
—Es bueno tener un hogar —sonrió Román.
La puerta se abrió de repente y entraron Daniel y Ana.
Román se levantó rápidamente para darles la bienvenida.
Ana asintió:
—Por favor, tomen asiento.
El tono de Ana no era tan contundente como antes, pero tampoco era del todo acogedor.
Sonaba más bien como si estuviera hablando con un extraño.
En cuanto Ana se sentó, preguntó:
—Román, dime, ¿de dónde conoces a Jacobo?
—Una vez ayudé a quitarle un cálculo renal —explicó Román.
—Ya veo... —Ana no pudo ocultar su decepción—. Y yo que pensaba que podrías conseguirnos unas entradas para la Gran Ceremonia.
—¿Quieren entrar? Puedo llevarlos allí mañana si quieren —dijo Román.
—Todo el mundo sabe que todas entradas se han repartido —Le regañó Ana mientras ponía los ojos en blanco—. ¿Cómo diablos vas a hacer eso?
—Mi presencia será el punto de culminante de la ceremonia. No necesitaré una entrada.
Ana prefirió ignorar a Román y se dirigió directamente a la cocina.
—Dafne, ¿Realmente estás tratando de alimentar a alguien con tu comida? Dame la sartén.
Daniel le lanzó a Román un paquete de cigarrillos y volvió a entrar en su habitación, suspirando.
Un tazón de fideos y un paquete de cigarrillos. Aquellas cosas servían para pagar a Román lo que había hecho por la pareja mayor.
A pesar de la insignificancia de esas dos cosas, Román estaba contento con lo que había recibido mientras engullía los fideos.
Dafne tecleó en su teléfono, sacudiendo la pierna. Esperó a que Román terminara su comida y dijo:
—No te importa dormir en el sofá, ¿verdad?
Román estaba a punto de responder, pero Dafne continuó antes de que pudiera objetar:
—Está decidido entonces.
Román miró a Dafne en silencio, preguntándose si sus padres sabían lo traviesa que era su hija.
—Dafne, espera —gritó Román, deteniendo a la mujer en su camino.
—¿Qué pasa?
—Voy a proponerte matrimonio en la ceremonia de mañana. Será mejor que estés preparada.
—¿Y las entradas?
—No las tengo.
—Ya veo —se rio Dafne.
Román no pudo evitar fruncir el ceño.
«¿A qué viene esa risa?».
El hombre sacó entonces su teléfono y envió un mensaje a Terán.
«Voy a proponerle matrimonio a una dama normal en la ceremonia de mañana. Corre la voz».
Terán respondió poco después.
«Anotado, enviaré a alguien a buscarte mañana».
Toda la noche pasó en silencio.
Al día siguiente en cuanto salió el sol, Dafne se despertó por una conmoción fuera de su casa. Salió de su habitación con los ojos aún medio cerrados y vio a sus padres de pie junto a la ventana mirando hacia afuera.
Parecía que algo se había reunido en la zona.
—Mamá, ¿qué está pasando? —preguntó Dafne con curiosidad.
—¡Dafne ! ¡Ven! ¡Mira! ¡Algo muy importante está pasando! —exclamó Ana.
Dafne se unió a sus padres en la ventana. En cuanto miró por ella, se quedó boquiabierta.
Fuera de su apartamento había innumerables autos caros. Había tantos que bloqueaban toda la calle. Lo más importante era que todos esos autos tenían matrícula negra, lo que significaba que pertenecían al ejército.
Todo el mundo se asomó a las ventanas para ver lo que estaba pasando.
—¡Oh, Dios mío! ¿Hay alguien vivo que pueda mover un ejército tan grande? —exclamó Ana.
—He oído que el Gran Mariscal va a pedir matrimonio a una chica normal en la ceremonia de hoy —dijo Ana—. ¿Será que estos autos están aquí para esa chica? Y pensar que vive en el mismo distrito que nosotros.
«¿Qué?» Dafne se sintió como si le hubiera caído un rayo y se volvió para mirar a Román.
«Te propondré matrimonio en la ceremonia».
Las palabras de Román sonaron en la cabeza de Dafne.