Capítulo 989 El corazón de un padre pesa en una balanza
Santino Galván se quedó atónito, ¿cómo podía ser posible?
Salomé Galván sonrió: —Ella vino aquí a diseñar vestidos para nosotros, se sintió muy agraviada, no ha dejado de quejarse y refunfuñar, la estuve aconsejando un buen rato.
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