Capítulo 12 A partir de ahora es la Señora Falcó
Santiago no solía llevar a ninguna compañera, fuera cual fuera la ocasión, y así se había mantenido alejado de cualquier rumor.
—¿Tienes un aspecto impresentable? —preguntó.
Eso hizo que la mujer lo mirara fijo con sus hermosos ojos. Al ver esto, dijo en un tono más suave:
—No es que usted sea una amante. Usted es de forma legal la Señora Falcó. Es solo cuestión de tiempo que el público la conozca. —Hablaba en serio.
—¡Pero esto es un matrimonio por contrato!
Melinda sabía que nadie se beneficiaría de ello si le daban mucha importancia.
—Sin embargo, no solo eres la Señora Falcó de nombre. El acuerdo es solo para ayudarte a adaptarte a tu nuevo papel, no me gusta obligar a la gente.
Melinda se quedó muda una vez más.
—Elige una. —Santiago le lanzó una rápida mirada—. Déjame ver qué gusto tienes.
Ella sabía que tenía que hacer lo que él le dijera y apaciguarlo si quería seguir viendo a los niños.
—Puedo demostrar mi gusto solo con elegir algo, ¿no? Estoy segura de que los vestidos que han llegado hasta aquí no son cualquiera.
Y así, Melinda revisó los vestidos con gran detalle. Cuando vio un vestido blanco de aspecto conocido con una falda única y moderna, lo señaló y dijo:
—Me quedo con éste.
—Tiene muy buen gusto, Señora Falcó. —La empleada que agarró el vestido no pudo evitar elogiarla—. Esta es la última pieza de la famosa diseñadora Emma. Se llama Esmeralda.
—No es la última, es de la temporada pasada —corrigió Melinda.
La sirvienta pareció algo avergonzada por ello, pero Santiago se quedó inmóvil antes de mirar a Melinda con curiosidad. Sin embargo, se recompuso pronto e indicó a la empleada que dejara el vestido a un lado.
—Sí, Señor Falcó.
Melinda observó cómo la empleada apartaba el perchero y, para su sorpresa, vio que Santiago la miraba cuando volteó. La forma en que la miraba la puso nerviosa cuando sus ojos se encontraron. Justo en ese momento, Gael reunió a todos los empleados en el salón y todos se pusieron en fila. Melinda sintió que se le oprimía el pecho de los nervios.
«¿Qué estará tramando esta vez?».
—Ella es mi esposa a partir de ahora. También es la madre biológica de Samuel y Pamela —anunció Santiago con las manos a la espalda mientras permanecía de pie—. Hemos obtenido nuestro certificado de matrimonio y estamos en medio de los preparativos para la gran boda.
—¡Encantado de conocerla, Señora Falcó!
Avergonzada, Melinda se quedó callada al principio al verse observada por tantos pares de ojos.
—Hola a todos. Soy Melinda Pardo —respondió—. Es... un placer.
Después, Santiago se dirigió a la empresa, mientras Melinda subía a buscar a los niños. Mientras el Lamborghini se dirigía al Grupo Falcó, Santiago, que iba en el asiento trasero del auto, empezó a sentirse bastante perplejo al recordar un detalle de hace un momento.
«¿Por qué sabe quién es Emma? Una mujer que ayudaba a los pobres de un pueblo».
En efecto, ese vestido era de la última temporada. El timbre de su móvil apartó rápido sus pensamientos, bajó los ojos y lo miró antes de aceptar la llamada.
—Santiago. —Mónica estaba de buen humor mientras le hacía una invitación—. Estoy de vuelta en el país. ¿Vamos juntos esta tarde al banquete de cumpleaños de la hija del alcalde?
—¿No sabes dónde es el lugar de celebración? —preguntó despacio a su vez.
—Sí que lo sé.
—Entonces, ¿por qué quieres que vayamos juntos? —Su actitud era distante mientras continuaba—: Voy a ir con alguien. Deberías buscar a otra persona.
Terminó la llamada después de decir eso.
...
La hija del alcalde, Jesica Sandoval, celebró el banquete por su vigésimo cumpleaños en el hermoso y luminoso salón de banquetes del Hotel Victoria esa misma tarde. Con los exquisitos pasteles, el caro vino tinto, las actuaciones de violín en directo de músicos famosos y los apuestos camareros que se movían entre la multitud, el evento fue grandioso. También había muchos autos de lujo afuera del hotel. Las esposas y damas que habían llegado charlaban sobre arreglos florales, música y arte, y a veces hacían un brindis.
—Escuché que el Señor Falcó está en la lista de invitados de esta noche.
—Yo también me enteré. Jesica me lo confirmó cuando le pregunté.
—Jesica tiene la fama de conseguir que venga.
—El Señor Falcó y el alcalde son amigos. No es nada sorprendente que asista al evento.
Un Lamborghini no tardó en detenerse frente a la sala antes de que Santiago saliera del auto. Todos sus movimientos destilaban encanto. Solo tenía una intención para traer hoy a su mujer y a sus hijos; quería reventar tanto este asunto para que saliera en los titulares y llamara también la atención de su madre.
Melinda tenía un cuerpo increíble con curvas femeninas que se acentuaban aún más por el hermoso vestido que llevaba. No solo la hacía parecer más delgada de lo que era, además resaltaba su asombrosa belleza. Santiago le pasó el brazo por encima de los hombros cuando la familia de cuatro miembros entró en la sala del banquete. Los niños también iban bien vestidos, desfilando alegres detrás de sus padres mientras los guardaespaldas los protegían.
—¡Vaya! ¡Mira eso! ¡El Señor Falcó trajo una acompañante femenina!
—¿De qué familia noble es esa dama? ¡Qué suerte tiene!
—¡Son una pareja hecha en el cielo! ¡Qué guapos!
—¿Esos niños caminan detrás de ellos? ¿Por qué están ahí?
Melinda no se encogió en absoluto a pesar de escuchar la discusión que se estaba produciendo a su alrededor. Estaba tranquila. pero, por alguna razón, empezó a sentirse incómoda cuando vio la fotografía y el nombre en el gran cartel del local.
«¿Es el cumpleaños de Jesica?».
Jesica incluso había llamado ayer a Melinda para invitarla al banquete, pero ella había rechazado la invitación porque estaba de mal humor. Pero aquí estaba, asistiendo al mismo banquete con Santiago.
Jesica estaba tan deslumbrante y hermosa como una joya con su vestido rojo mientras permanecía de pie en la esquina de las escaleras. Sin embargo, en cuanto vio a Melinda, se sintió más extasiada que al ver a Santiago. Bajó las escaleras a toda prisa, sujetándose la falda con las manos.
—¡Tenga cuidado, Señorita Sandoval! Por favor, no corra.
Jesica estaba tan contenta que dijo de inmediato:
—Melinda, ¿por qué viniste? ¡¿Es esta tu sorpresa para mí?!
Cuando Jesica se quedó quieta, sus ojos volvieron a abrirse de incredulidad al ver la mano de Santiago sobre el hombro de Melinda.
—¿Qué les pasa a las dos?
Jesica estaba por completo conmocionada. No había nadie en la tierra que no supiera cómo Santiago se mantenía alejado de las mujeres.
—¡Papá, mamá! —Samuel se animó y saludó a Jesica—. ¡Hola, Jes!
—¡Samuel! ¡Pamela! —Jesica preguntó—: ¡¿Cómo los llamaste?!
—¡Papá y mamá, por supuesto! ¿Qué pasa?
Toda la sala se quedó en silencio. Todos los invitados estaban estupefactos por la noticia.