Capítulo 38 Todo el mundo se preocupa por el Señor Falcó
Mientras tanto, en el dormitorio vecino, los ojos de Samuel y Pamela se abrieron de golpe. Solo habían fingido haberse dormido. Samuel estaba sentado con las piernas cruzadas y una tableta en la mano. Sus deditos tecleaban en una pantalla llena de líneas de código irreconocible. Pamela le acercó dos vasos de leche y le puso uno delante.
—Samuel, no le causarás problemas a papá, ¿verdad?
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