第923章
Las dos damas de honor bajaron del coche, ambas luciendo vestidos hermosos, siguiendo a los recién casados y repartiendo dulces a los invitados a ambos lados del pasillo.
Era la primera vez que Manzano Ximena estaba allí, y de inmediato quedó impresionada por la magnificencia del lugar, aún más de lo que había imaginado. Todo estaba claramente dispuesto con esmero, y sin duda había costado una fortuna.
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