Capítulo 337 Exterminio
Teobaldo sostenía su móvil entre las manos, mientras escuchaba música desde unos enormes auriculares, por lo que no pareció darse cuenta de que Jaime había entrado en su habitación; de pronto, Jaime arrojó el móvil al suelo y tras reconocerlo, Teobaldo intentó huir, pero cayó de inmediato, pues era imposible mover una de sus piernas.
—J… Jaime, ¡qué gusto verte! —exclamó Teobaldo, mientras enormes gotas de sudor le cubrían el rostro; justo cuando Jaime se disponía a golpearlo, vislumbró un tenue brillo sobre la cama, donde se encontraba el hermoso dije de jade. Al observarlo en silencio, Teobaldo prosiguió a meditar, triunfante:
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