—¡Tan solo traje a mis hombres para que se unieran a la diversión! —dijo Vladimir con una leve sonrisa.
—Vladimir, acabas de decir que José no está tocando su propia trompeta. ¿Podría ser que los Danaher en realidad estuvieran despreciando una hierba de diez mil años? —preguntó Jaime.
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