Capítulo 279 Publicidad
Esteban aún estaba sonriendo, al ver el hilo de sangre en la comisura de la boca de Franco. De pronto, este último cayó al suelo y quedó inconsciente. Entonces, Esteban se quedó pasmado, y la sonrisa en su rostro se congeló.
—Señor Casas, lo siento… Por favor, perdone mi vida. —Esteban cayó de rodillas—. Señor Casas, por favor, perdone mi vida. ¡Estoy dispuesto a darle todo lo que tengo y dejar Ciudad Higuera para siempre!
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