Capítulo 1227 Renacimiento
Tras presenciar esa impactante escena, todos se limitaron a mirar al Señor Salazar, boquiabiertos; casi de inmediato, Lázaro logró ponerse de pie, al tiempo que se dirigía a toda velocidad a la celda de su hijo. Tan solo un momento después, se escuchó el fuerte sonido de la puerta metálica al caer; una vez dentro de la minúscula habitación, Lázaro corrió a tomar a Heliodoro entre sus brazos, quien estalló en llanto al advertir la presencia de su padre. De la misma manera, Jaime se apresuró a destruir los barrotes de la celda que alojaba a los miembros de El Cuarteto Vil, quienes pendían de ganchos, por lo que el joven no tardó en tomar los crueles objetos, hasta hacerlos desaparecer en un pequeño haz de luz azul, con ayuda de los últimos vestigios de su Energía Espiritual; una vez en libertad y tras haber recuperado sus poderes por completo, los hombres exclamaron al unísono:
—¡Señor Casas! —De inmediato, se abalanzaron, junto con Teodoro, para intentar ayudarlo, pues un cálido líquido escarlata emanaba en abundantes chorros de sus heridas; entonces, Orlando se apresuró a decir, casi en un susurro:
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