¡Era Jonás! Había vuelto del norte. Jonás entró por la puerta con confianza. Su forma de comportarse era por completo diferente a la de antes. Su rostro parecía ahora muy firme, como si hubiera pasado por una gran transformación. Miró a los dos alborotadores y su mirada era gélida.
—¿Desde cuándo el Gran Jefe tiene que lidiar con un puñado de perros y gatos callejeros? —Jonás entró y el Hermano Gil y los lobos estaban detrás de él. ¡Todos ellos parecían asesinos!
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