Capítulo 7 Rogar con humildad
«¿Incluso el Presidente López hablando bien de él no funcionó? ¿No eran el Presidente López y el Presidente Herrera muy amigos desde la escuela?».
Fernando todavía era arrogante antes, pero ahora ni siquiera podía esbozar una sonrisa. Si en realidad insistía en firmar solo con Yuridia, entonces tenían que ir muy con humildad a rogarle.
La cara de Quinto se volvió desagradable. Nunca había pensado que este asunto se volvería tan difícil.
«¿Qué había hecho Yuridia para que el Presidente Herrera fuera tan protector con ella?».
—¡Esta pequeña z*rra! —Quinto rio con frialdad—. Parece que es bastante buena en la cama, eh. Usualmente actúa pura e inocente, ¡es todo una actuación!
«Si ella no había servido bien al Presidente Herrera, ¿por qué él la protegería así?» ¡Mentiras! Si querías que le rogara a Yuridia ahora, con honestidad eso era imposible. Preferiría suplicar a un perro que suplicar a cualquier miembro inútil de la familia de Víctor».
Ring…
El teléfono de Fernando empezó a sonar. Su cara cayó aún más cuando vio quién llamaba.
—Es el abuelo. —Fernando estaba a punto de llorar.
Lo que más temía ahora era recibir una llamada de Jacobo. Pero ahora él estaba a cargo de este proyecto, así que, si algo salía mal, él sería el primer culpable.
—¡Contesta! —Ordenó Quinto.
Fernando no tuvo más remedio que tomar la llamada. Las consecuencias de no contestar la llamada del abuelo eran peores.
—Abuelo —saludó Fernando a su abuelo.
—Fernando, ¿cómo va el proyecto con el Presidente Herrera? —Jacobo no se anduvo por las ramas.
Lo que más le preocupaba era ese proyecto. Ese proyecto era muy importante y los Lascuráin habían invertido mucho en él.
—Bien, todo va sobre ruedas. —Fernando miró a Quinto y vio a su padre insinuándole. Mintió a toda prisa—: En cuanto el Presidente Herrera tenga tiempo, podremos firmar el contrato.
—Eso está bien. —Jacobo dijo entonces—: Será mejor que vigiles esto de cerca, no podemos perder este proyecto. Si algo sale mal, ¡te las verás conmigo! —Y colgó.
A Fernando le sudaban las palmas de la mano. Sabía muy bien qué tipo de temperamento tenía su abuelo. Si pasaba algo, no se arreglaría tan fácil como dimitir o recibir una paliza.
—Papá, ¿qué hacemos? —Fernando estaba muy a punto de llorar.
«Yuridia es tan despreciable, ¡dándome esta difícil tarea y metiéndome en semejante agua caliente!».
Quinto parecía aún peor.
«¿En realidad tenemos que volver los dos a Víctor y pedir clemencia?».
Antes todavía eran arrogantes y no podían preocuparse menos por Yuridia y su familia. Si ahora iban a rogarle, ¿no sería como si les dieran dos bofetadas en la cara? ¡Quinto no podía soportar la idea de humillarse por esta familia!
—Fernando, ve tú. —Después de pensarlo, Quinto dijo—: ¡Ve a suplicar a Yuridia, incluso si tienes que rogarle está bien, incluso si tienes que arrodillarte será mejor que te arrodilles, siempre y cuando Yuridia consiga firmar este contrato!
—Papá…
—¿Qué, esperas que haga eso? —Quinto rugió a su hijo, con los ojos inyectados en sangre.
Fernando quería salvar su orgullo, ¡pero Quinto estaba aún más desesperado que su hijo! Si se corría la voz de que un anciano como él tenía que mendigar a un miembro más joven de la familia, sería por completo deshonrado.
Fernando no se atrevió a hablar después de que su padre hablara tan feroz. Él fue el que empezó ese lío. Si acababa hiriendo el orgullo de su padre como resultado de eso, entonces era carne muerta. Fernando sólo pudo apretar sus dientes y abatido se dirigió hacia la casa de Yuridia.
…
En ese momento, Yuridia y su familia habían empezado a comer. La mesa no era muy grande, cada persona tomó un lado de la mesa y comió en silencio. Era la primera vez que la familia de Yuridia tenía a una persona más en la mesa para comer. Y ése era su nuevo yerno que se había casado con la familia.
Víctor nunca hablaba mientras comía, mientras que Susana no sabía qué decir. A ella no le gustaba Nicandro, y peor aún, a su hija no le gustaba él, pero acabó casándose con ese inútil. Pero antes Nicandro había salido a hablar por ella. No estaba ciega y no podía fingir que no había visto nada de eso.
Yuridia tampoco sabía qué decir. Al contrario, Nicandro se comportó como si estuviera en su propia casa y no se molestó en ningún tipo de formalidad.
—Mamá, eres muy buena cocinera, ¡esto está delicioso! ¡No sé cuándo fue la última vez que comí algo tan rico! ¿Puedo tener otro plato de arroz? —Había más verduras que carne en los platos de la mesa, pero Nicandro tomaba grandes bocados de todo como si fueran manjares.
Verlo comer así hizo pensar a Yuridia que podría haber pasado hambre muchas veces como vagabundo. Así que antes de que Susana pudiera reaccionar, Yuridia tomo el cuenco de arroz vacío de Nicandro y le trajo otro.
—Gracias esposa. —Yuridia sostenía el cuenco de arroz en la mano cuando escuchó cómo la llamaba, y su mano tembló de inmediato.
¡Bum, bum, bum!
Justo cuando se estaba poniendo incómodo, se oyó de nuevo un ruido en la puerta. Víctor levantó la vista y estaba a punto de volver a su habitación cuando Susana le lanzó una mirada feroz y no se atrevió a moverse.
—¡Quién es! —gritó Susana.
—¡Tía Susana, soy yo, Fernando! —Había algo de indignación, pero también impotencia en la voz.
Susana y Yuridia intercambiaron miradas.
—¿Qué estaba haciendo aquí otra vez?
«¿En realidad había vuelto para suplicar a Yuridia tal y como dijo Nicandro?».
Madre e hija se giraron para mirar a Nicandro, pero él seguía ocupado comiendo. Susana se acercó y abrió la puerta. Fernando puso de inmediato una enorme sonrisa en su cara.
—¿Tía Susana estás cenando? ¿Está Yuridia? —Fernando puso su cara más encantadora. Nunca había sonreído así ni siquiera a su propio padre. Asomó la cabeza y vio a Yuridia sentada a la mesa y dijo a toda prisa—: Yuridia, lo que pasó antes fue culpa mía, así que te pediré disculpas ahora. Espero que no te lo tomes a pecho y me perdones esta vez.
Yuridia y sus padres se quedaron estupefactos ante esto. ¿Fernando estaba muy dispuesto a pedir clemencia?
—El Grupo Lascuráin no puede prescindir de ti. ¡No has venido a trabajar ni un solo día y la oficina es un completo desastre! —Fernando se inclinó un poco y mantuvo una sonrisa incómoda—: Vuelve a la oficina, hay muchos proyectos esperando a que los completes. —Eso fue lo que dijo, pero la estaba regañando en su corazón.
«Una vez que este proyecto estuviera resuelto, ¡sería mejor que tuvieran cuidado!».
—¿Dónde está tu padre? —Yuridia no sabía muy bien cómo responder, y una vez más, Nicandro habló en su nombre.
Estaba metiéndose comida en la boca mientras miraba de reojo a Fernando.
—¿Por qué no está aquí?
Fernando se estaba enfadando, pero mantenía una sonrisa en su rostro.
—Mi padre está muy ocupado así que me pidió que viniera a disculparme con Yuridia. Espero que mi nuevo cuñado también pueda perdonarme y no me lo eche en cara.
Fernando se había humillado muy bien esta vez. Incluso se había disculpado con este hombre que se casó con la familia.
—Esto no puede ser. —¿Quién iba a pensar que Nicandro se limitaría a sacudir la cabeza?—. El que despidió a Yuridia es tu padre, así que debería ser él quien se disculpara, de lo contrario no lo aceptaremos.
Fernando casi explotó.
«¡Este hombre está pidiendo demasiado!».
—Tú… —Fernando casi quería gritarle.
«¡Este lunático se estaba volviendo loco otra vez o algo así!».
Yuridia y sus padres miraron de nuevo a Nicandro, temiendo que hiciera estallar ese asunto. Fernando ya había ido a disculparse, así que no debían llevar ese asunto demasiado lejos. No les hacía ningún bien ofender a ese padre e hijo.
—Papá, Mamá, Yuridia es su preciosa hija, así que se ocuparon de las cosas cuando fue acosada. —Nicandro tragó el último bocado de arroz—. Ahora es mi mujer, así que, si la acosan, yo me ocuparé de ella. —Se levantó y una intensa mirada asesina brilló en sus ojos—. ¡Quien se atreva a intimidar a mi mujer lo pagará caro!
Esta aterradora aura asesina congeló de repente el aire alrededor de ellos y presionó fuerte contra Fernando, tanto que no pudo evitar estremecerse.
—Nicandro, ¡será mejor que no vayas demasiado lejos! —Fernando no podía soportarlo más.
Incluso estaba preparado para arrodillarse. Pero Nicandro ni siquiera pensó mucho en que viniera a disculparse, por lo que no tenía sentido arrodillarse.
—Dile a tu padre que venga aquí y se disculpe. Si no, tendrás que cargar con todas las consecuencias. —Nicandro no fue nada cortés al respecto—. ¿Todavía estás aquí de pie? ¡Hemos terminado de comer y no hemos dejado nada para el perro!