—Parece que las habilidades culinarias de Cirila no están nada mal. —Nicandro no se tomó a pecho nada de lo que dijo Santiago y ni siquiera se molestó. Abrió la puerta de un tirón y fue hacia la parte de atrás.
—Tú… —Santiago estaba tan enfadado que empezó a temblar—. ¡Pequeño sinvergüenza! ¡¿No has oído lo que he dicho?! ¡Oye!
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