Capítulo 12 ¡Otra vez loco!
Jonás era bien conocido por tener un temperamento fogoso. ¡Ciertamente no había confiado en ser misericordioso para llegar a donde estaba en 5 años! Resopló y no dijo nada más. Luego se dio la vuelta y se marchó.
El susodicho director se quedó helado donde estaba, con la cara roja y sin saber qué hacer. Sólo había dicho unas palabras sarcásticas de Yuridia. El Presidente Herrera no tenía por qué estar tan enfadado, ¿verdad?
—Gerente general Lascuráin… —Miró lastimero a Quinto.
—Ponga su carta de dimisión en mi mesa mañana. —Quinto tampoco podía hacer nada. Era uno de sus empleados, ¿qué derecho tenía Jonás para despedirlo?
Pero el proyecto acababa de firmarse y todavía había demasiadas incógnitas en todo este asunto, así que tampoco se atrevía a enfadar a Jonás. El director sintió que su corazón se convertía en cenizas cuando escuchó lo que dijo Quinto.
Todos los demás al alcance del oído temblaron aún más con violencia.
«¿Así que ha sido despedido en el acto porque había dicho unas palabras sarcásticas de Yuridia?».
¡Ese hombre era un director del Grupo Lascuráin! Era obvio por su aspecto que Jonás estaba defendiendo a Yuridia, pero la pregunta más importante era, ¿cómo estaban conectados los dos?
—¿Qué hacen todos aquí parados? ¡¿No necesitan trabajar?! —Fernando gritó y todos los empleados volvieron a su trabajo a toda prisa. Se acercó a Quinto y frunció el ceño—: Papá, ¿qué está pasando entre Yuridia y Jonás?
En definitiva, no eran amantes como habían supuesto en un principio. A juzgar por la actitud de Jonás, él la trataba con gran respeto, e incluso había algo de miedo. Pero ¿cómo podía ser? ¿Quién era Jonás?
Era un hombre que podía dominar tanto los círculos legales como los ilegales. Incluso los Lascuráin tenían que ser muy educados con él. ¿Qué había hecho Yuridia para que Jonás la tratara con tanta cortesía?
—¡Investiga esto! —Quinto tenía una expresión fría en la cara mientras gritaba estas palabras.
Este repentino giro de los acontecimientos había trastocado por completo sus planes. Si Yuridia y Jonás tenían este tipo de relación, entonces él en realidad no podía permitirse tocar a Yuridia.
—¡Entendido! —Fernando se fue de inmediato.
Dentro de la oficina, Yuridia al final consiguió reaccionar. Caminó hacia donde estaba Nicandro, con ambas manos detrás de su espalda, como si estuviera inspeccionando a un ratoncito en la jaula y miró seriamente a Nicandro.
—¿Qué está pasando? —Yuridia le arrugó la nariz—. No digas que esto no tiene nada que ver contigo, no me lo creeré.
Nicandro abrió los ojos medio cerrados y dijo con tranquilidad:
—Lo admito, esto tiene que ver conmigo.
—¡Lo sabía! —Yuridia lo sabía: no había otra razón por la que Nicandro estuviera tan seguro de que nadie más que ella sería capaz de firmar este contrato.
Y aún más seguro de que Quinto y su hijo se humillarían y le rogarían que volviera a trabajar. Era obvio, que eso había sido arreglado por él. Pero… era sólo un vagabundo, ¿cómo podía conocer a Jonás?
Pensó en cómo vio a Jonás de pie reverentemente frente a Nicandro cuando abrió la puerta antes.
—Conozco al Pequeño Herrera. —Vio que Yuridia lo miraba fijamente, esperando a que se explicara. Nicandro se rio—: Antes de hacerse rico, también era un vagabundo. Una vez estaba casi muriéndose de hambre y le di la mitad de mi bollo, así que ahora me debe una. Hoy estaba aquí para devolverme el favor.
Yuridia se burló.
—¿Piensas que me voy a creer eso? —Se mordió los labios. Esto iba más allá de su imaginación. Nicandro la estaba tratando como a una niña al contarle esta estúpida historia.
—¿Crees que la gente buena cosechará buenas recompensas? —preguntó Nicandro con seriedad.
Yuridia pensó un poco y luego dijo:
—¿Intentas decir que eres una buena persona?
—No, tú eres una buena persona.
Nicandro se levantó.
—Por eso cosecharás buenas recompensas. —Nicandro nunca olvidaría esa dulzura por el resto de su vida.
Había estado en innumerables situaciones peligrosas, a veces al borde de la muerte. Pero ese dulce envoltorio que llevaba consigo todo el tiempo le daba esperanza y fuerza.
—Está bien, no pienses tanto. Mientras todo esté arreglado. —Nicandro continuó—: Vámonos, no tienes trabajo.
—¿Qué? Acabamos de llegar. —Nicandro ignoró sus palabras y la arrastró fuera de la oficina.
Siguió tirando de ella todo el camino fuera del edificio, y todos los que veían por el camino se quedaban muy lejos, todos tenían miedo de acercarse. Yuridia podía sentir que parecían tener miedo de ella.
Nicandro no se molestó en absoluto. Montó en es scooter y llevó a Yuridia hacia una tienda de coches.
—Este no es el camino a casa, ¿me vas a vender? —Yuridia estaba sentada en la parte de atrás, y su voz casi se la llevaba el viento.
Dada su apariencia, quizás podría alcanzar un buen precio. Nicandro la ignoró y detuvo el scooter justo delante de la tienda de BMW.
—¿Por qué has venido aquí? —Yuridia miró aquel logotipo azul y negro y se quedó desconcertada—. No vamos a comprar un auto.
No tenía dinero para comprar un auto.
—¿Quién dice que no vamos a comprar? —Nicandro la arrastró hasta la tienda.
Yuridia se sintió al instante atraída por todos los nuevos modelos que estaban expuestos en cuanto cruzaron la puerta.
«¡Son tan bonitos!».
No era como si no hubiera pensado en comprarse un auto, sobre todo con este frío insoportable. Pero sólo podía mirar un Cherry QQ o un Jetta, y, aun así, seguía preocupada por si pudiera permitirse un auto así. Ahora Nicandro la había llevado a una tienda de BMW, ¡y ni siquiera se atrevía a tocar los coches!
Los dependientes vieron a Nicandro y Yuridia desde lejos, pero después de examinarlos, ni siquiera se movieron de sus asientos.
—Señorita, ¿está interesada en comprar un auto? —Una dependienta novata vio que nadie se había preocupado por esos clientes, así que se acercó a atenderlos.
Las demás dependientas se rieron disimuladamente de que aquella novata supiera juzgar tan mal a la gente y sacudieron con suavidad la cabeza. Una mirada de desdén se dibujó en sus caras de póquer. Eran excelentes observando a la gente. Una mirada a la expresión de Yuridia y supieron que esos dos no tenían dinero.
Los que tenían dinero parecían mucho más seguros. Así que no se molestaron en atender a los dos que entraron. Además de un novato, ¿quién más sería tan impulsivo y perdería el tiempo con gente que sólo miraría y no compraría?
—Por supuesto. —Yuridia estaba avergonzada y no sabía cómo contestar a la vendedora, así que Nicandro habló en su nombre—. Si no vamos a comprar un auto, ¿por qué vendríamos aquí?
Luego miró a Yuridia:
—¿Cuál te gusta?
—¿Cuál? —Yuridia miró a Nicandro y se preguntó si su enfermedad mental estaba actuando de nuevo.
¿Qué quería decir con cuál le gustaba? A ella le gustaban todos, pero en realidad no podía permitírselo.
—Nicandro, volvamos. —Yuridia empezó a ponerse roja, sobre todo cuando pudo escuchar algunas risas entre las dependientas desde lejos, y empezó a sentirse muy incómoda.
—¿Por qué no le recomienda uno? —Nicandro no se molestó con Yuridia y preguntó a la vendedora.
—Este es de la serie 5, el último modelo de este año. Las especificaciones de potencia son suficientes para sus necesidades. Además, creo que su comportamiento es muy compatible con este modelo. —Era obvio, la vendedora era nueva y no hablaba mucho de ventas.
Nicandro se volvió para mirar a Yuridia y vio que su mirada se había posado en este modelo, así que asintió.
—Nos lo llevamos entonces.
—¿Qué…? —Esta respuesta fue tanto de Yuridia como de la vendedora al mismo tiempo.
Las demás dependientas de la tienda también se giraron.
«¿Qué estaba pasando?».
¿Sólo habían entrado menos de cinco minutos y ya querían comprar un auto? Debía de estar bromeando. ¿No iba a preguntar por el precio? ¿O una prueba de manejo? Seguramente tenía que sopesar las consecuencias de presumir delante de una chica, ¿no?
—Señor, como se trata de un modelo nuevo, de momento no tenemos descuentos —insinuó con amabilidad la vendedora.
—No hay problema. —Nicandro sacó una tarjeta de débito de su bolsillo—. El código especial es 666666, ayúdame a liquidar la matrícula y todo, liquídalo todo en una sola factura.
La vendedora tardó un rato en volver a la realidad. Luego tomo la tarjeta con las dos manos y corrió entusiasmada a procesar la transacción.
—Nicandro, para. Este auto es muy caro, no tienes tanto dinero. —Yuridia empezó a preocuparse.
No era más que un vagabundo y no estaba mal que hubiera sobrevivido tanto tiempo. ¿Dónde encontraría el dinero para comprar un auto tan caro? Este auto, en total, costaría casi un millón, ¿verdad?
La enfermedad de este tipo debe estar actuando de nuevo. O golpea a alguien o hace alguna otra locura, ¡y ahora debe estar engañado! Yuridia miró ansiosa hacia donde había ido la vendedora. Si rechazaban la tarjeta, ¡sería muy embarazoso!