Capítulo 396 Chantajeado
Lagos Carlino y sus hombres estaban desaliñados y apenas llevaban nada puesto. Parecían perros callejeros. Lagos Carlino estaba al borde de las lágrimas. Si no hubiera suplicado a una señora que atendía un puesto de carretera que le prestara su teléfono, aún estarían vagando por los caminos y las plantas de sus pies estarían sangrando profusamente por las duras carreteras.
—Señor Salas, ¡Duriana es en realidad un territorio prohibido! —gritó Lagos Carlino.
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