La secretaria no iba a ser cortés con Muciano. Pasó la tarjeta de dos millones y a Muciano se le movieron los párpados. Pero cuando pensaba en cómo esos dos millones le salvaron la vida, ¡todo valía la pena! Sin duda valió la pena.
«¡Él hizo una hazaña! ¡Era un genio!».
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