—Lo tengo claro. En cuanto ese famoso doctor de ultramar llegue a Duriana, informaré de inmediato a los Jurado y me aseguraré de que cure las piernas del Señor Jurado —respondió de inmediato Quinto.
Las piernas de Ramón estaban casi como inservibles. La única persona que podía tratarlas era quizás ese famoso doctor de ultramar. Pero este doctor aparentemente tenía un temperamento extraño y costaba bastante arreglar que tratara las piernas de Ramón. Lo que hacía infeliz a Quinto era que los Jurado querían que él corriera con los gastos.
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