Capítulo 1 El mejor candidato
Ciudad Duriana, Aeropuerto Internacional.
—¡Deprisa!
—¡Más rápido!
Unas docenas de hombres vestidos con trajes negros salieron corriendo por las salidas, cada uno con un rostro en extremo serio, como si se enfrentaran a un enemigo formidable. Todos los pasajeros del aeropuerto le abrieron paso a toda prisa, sin saber quién podía haber causado semejante alboroto.
El líder de los hombres trajeados frunció el ceño, se dio la vuelta de repente y se marchó como si de repente hubiera pensado en algo. Pronto llegaron a la acera exterior del aeropuerto.
Nicandro Jiménez estaba sentado en un largo banco, expulsando poco a poco el humo del cigarrillo por la boca.
—El maestro espera que pueda volver, lo echa mucho de menos Señor Jiménez. —Se dirigió respetuoso el líder a Nicandro mientras se colocaba unos cinco pasos detrás de él.
Delante de otras personas, este líder era de alto rango, y nadie se atrevía a ir contra él. Pero frente a este joven que tenía delante, ¡se sentía en extremo inferior!
—¿Me echa de menos? —Nicandro se giró un poco y en su rostro se dibujó una sonrisa de satisfacción—. ¿Echa de menos mi influencia? ¿O mi dinero?
Si otra persona hubiera dicho algo así, este líder lo habría despreciado. ¿Cómo podía la rica y poderosa Familia Jiménez de la ciudad de Jitchi codiciar el poder y el dinero de otra persona? Pero el hombre que tenía delante era diferente. ¡Era el único heredero de la Familia Jiménez! Lo que hacía que este líder se sorprendiera aún más era que era conocido como el Dios de la Guerra del Este, ¡con unas capacidades inmensas y una riqueza que dejaba boquiabierto!
—Cuando me echó de la familia y se casó con esa z*rra hace 15 años, morí para ellos. —Nicandro exhaló su última bocanada de humo—. Ahora no tengo nada que ver con la Familia Jiménez. —Se levantó para irse—. No envíen más gente tras de mí. Si no, mataré a cada uno de ellos.
Su aterradora aura asesina envolvió de inmediato al líder. El líder sólo fue capaz de relajar sus puños cerrados después de ver a Nicandro desaparecer en la distancia. Su espalda ya estaba toda mojada de sudor. Estaba en realidad muy nervioso delante de Nicandro.
Había un auto preparado en el estacionamiento del aeropuerto. Nicandro se subió y de inmediato e hizo una llamada.
—Fidel, ¿ya lo has arreglado todo? —Una voz llegó desde el otro lado—. Dame la dirección. —Nicandro colgó de inmediato. Sostenía un arrugado envoltorio de caramelo en la mano y sus pensamientos flotaban hacia quince años atrás.
Tenía quince años, lo echaron de la casa de los Jiménez y vagaba por las calles. Tenía frío y hambre cuando una niña vestida con sencillez le dio su único caramelo. Después se lo quitó una persona misteriosa. Cuando apareció por primera vez, ¡el mundo entero tembló!
Tres años después, recibió el nombre de Dios de la Guerra del Este. ¡Sólo tenía dieciocho años en ese momento! Para entonces habían pasado otros 12 años. Tenía el poder de un dios y podía conmocionar al mundo, pero Nicandro había elegido regresar en silencio.
Nunca olvidaría a aquella niña. No podría olvidar esos ojos puros. No podía olvidar ese rostro amable. Nicandro guardó el envoltorio del dulce con atención y respiró hondo. Si alguien que él conociera veía eso, se llevaría un susto. ¿El gran Dios de la Guerra también podía sentirse nervioso?
—Ya estoy de vuelta.
El auto salió a toda velocidad del estacionamiento.
…
¡Mientras tanto, en el Hotel Veraniega en Duriana! Estaba muy animado.
La famosa Familia Lascuráin de Duriana estaba recibiendo solicitudes de solteros para encontrar al mejor hombre para casarse con su nieta, Yuridia Lascuráin, y esto atraía mucha atención.
Yuridia estaba sentada en uno de los salones de actos, apretando sus pequeños puños rosas, con los ojos inyectados en sangre y sintiéndose por completo acosada. Su madre, Susana Lascuráin, estaba de pie a un lado, con la cara más roja de ira.
—¡Víctor Lascuráin, es evidente que no traman nada bueno! Si todavía eres un hombre, ¡ve y rechaza a tu padre! —chilló—: ¿Quieres decir que vas a ver cómo destruyen la felicidad de tu hija?
«¿Qué mi*rda era esa de encontrar un buen marido? ¡Mentira!».
Susana no se creía que fueran tan amables. Los Lascuráin empezaron como una pequeña tienda, y en quince años se habían expandido y convertido en una familia adinerada de tercer nivel en Duriana. El cabeza de familia de los Lascuráin, Jacobo Lascuráin, se convirtió en un ejemplo de empresario de éxito que empezó de la nada. Jacobo tenía tres hijos: Quinto Lascuráin, Vicente Lascuráin y Víctor Lascuráin.
Quinto se había hecho cargo de la mayor parte de los negocios de la Familia Lascuráin, Vicente se encargaba de ampliar el negocio en otra ciudad. Pero Víctor había perdido el uso de ambas piernas en un accidente, por lo que sólo podía descansar en casa y era menospreciado.
Quinto y Vicente se habían confabulado para persuadir a Jacobo de que aceptara encontrar un marido para la hija de Víctor, e incluso garantizaron encontrar un hombre excelente para Yuridia. ¿Y al final? No importaba que todos los candidatos fueran unos dones nadie. Uno de ellos era incluso diez años mayor que Yuridia, ¡y tenía un historial de enfermedad mental!
Esto no era encontrar un buen marido para Yuridia. ¡Esto era destruirla! La cara de Víctor también estaba roja. Estaba tan enfadado como su mujer, pero no se atrevía a ir en contra de los deseos de su padre. Conocía el temperamento de Jacobo «él siempre tomaba la decisión final». No había nadie en la Familia Lascuráin que pudiera ir en contra de lo que él quería hacer.
—Es el abuelo de Yuridia, así que no le hará nada malo. —Después de tomarse tanto tiempo para pensar, Víctor, avergonzado, sacó estas palabras de su boca.
Susana iba a desmayarse de ira pronto. Señaló con un dedo a Víctor, llorando mientras gritaba:
—¡Cómo me casé con un debilucho como tú! —Ella sabía que Víctor era un hijo filial y siempre fue muy obediente con Jacobo. Después de convertirse en discapacitado, se volvió aún más débil y no se atrevió a ir en contra de su padre en absoluto.
Pero independientemente del hombre que eligiera para Yuridia como marido para casarse con la familia, ¡este asunto todavía arruinaría a Yuridia! ¡Su familia se iba a convertir en el hazmerreír de Duriana!
Susana sollozaba de forma miserable mientras gritaba a Víctor, Yuridia lloraba en silencio, mientras Víctor sólo podía agarrarse su muslo entumecido, mostrando lo mucho que se culpaba a sí mismo y lo impotente que estaba en esta situación.
—Mamá, no le grites más a papá. —Yuridia consiguió esbozar una sonrisa, pero había lágrimas en su hermoso rostro—. Tal vez, el abuelo me encuentre un hombre muy agradable. —Por supuesto, sabía que era una estratagema de sus dos tíos.
Después de graduarse en la universidad, empezó a trabajar para el Grupo Lascuráin y tuvo resultados estelares en un corto espacio de dos años, superando a sus hijos con facilidad. Les preocupaba que pudiera luchar por el control del negocio, así que instigaron a su abuelo para que le buscara algún hombre dispuesto a casarse con la familia. De este modo, ella perdería su derecho a hacerse cargo del negocio.
Ella lo sabía, sus padres también, pero ninguno de ellos fue capaz de defenderse. En la Familia Lascuráin, nadie podía ir en contra de lo que el abuelo había decidido. Nadie. Sonó la campanada del reloj y Yuridia se levantó.
—Vámonos. Si hacemos esperar al abuelo nos regañará otra vez.
Víctor sintió amargura e impotencia al ver que Yuridia temblaba un poco. No se atrevió a mirar la cara de mala gana de su esposa. Sabía que era duro para ellos permanecer en la familia, pero al menos no tenían que preocuparse por sus gastos de manutención. Si los echaban, ¿qué iban a hacer?
En el salón principal del hotel, el lugar estaba iluminado con intensidad y todos los invitados habían llegado. Jacobo estaba sentado justo enfrente, vestido con un traje exquisitamente confeccionado, agarrado a un bastón y con la cara resplandeciente.
—¡Felicidades, Don Lascuráin!
—¡Felicidades, Don Lascuráin! ¡Ha ganado un excelente nieto político!
Todos los invitados se turnaban para felicitar a Jacobo.
—Papá, ya es hora de hacer el anuncio. —Quinto estaba de pie junto a él, su figura grande y fornida parecía imponente.
Miró a Yuridia que no estaba sentada demasiado lejos, y anunció en voz alta:
—Tenemos los resultados aquí, y hemos elegido al joven más prometedor entre los solicitantes.
«¿El joven más prometedor?».
Pfft, en el fondo sabía que el maravilloso yerno que habían elegido era el peor entre todos los aspirantes. Aparentemente, ¡ése tenía alguna enfermedad oculta! Pero mientras Yuridia se casará con él, entonces no tendría nada que ver con el negocio familiar. Jacobo en definitiva nunca permitiría que nada que perteneciera a la Familia Lascuráin cayera en manos de alguien con un apellido diferente.
—¡Escuchen todos! —Jacobo se levantó. Todos miraron en el momento en que habló—. Hoy me gustaría anunciar formalmente al hombre que hemos elegido para mi nieta, ¡Yuridia!